El Evangelio Para El Creyente (1)

(Exposición de Romanos 5-8)

CAPÍTULO 1: Romanos 5, De La Muerte a la Vida

Toda la Epístola de Pablo a los Romanos es brevemente esbozada en el capítulo 1, “el Evangelio de Dios”, y su estructura es bastante simple, ya que hay tres secciones – la primera incluye los capítulos 1 al 8; la segunda abarca los capítulos 9 al 11, y la tercera, los capítulos restantes, y tratan sobre la forma de poner la verdad en práctica. Hablando específicamente, el “Evangelio de Dios” como el tema de la epístola se limita solamente a la primera sección principal, los capítulos del 1 al 8, es decir, limitado en cuanto a la presentación sistemática del evangelio se refiere. Esta sección es divisible en dos partes, cada una con cuatro capítulos. Al final del capítulo 4 se llega a cierto punto, y el capítulo 5 inicia una superestructura construida sobre los cuatro primeros capítulos. La distinción entre estas dos partes es esta – en los capítulos del 1 al 4 tenemos el Evangelio para el pecador, en los capítulos del 5 al 8, el Evangelio de los justificados. La primera sección comienza con la cuestión del pecado, y termina con la justificación del pecador, esta próxima sección comienza donde termina la anterior, con la justificación del pecador, y termina con su completa redención. En los capítulos del 1 al 4 tenemos al criminal siendo presentado en los tribunales, y su absolución total asegurada por la fe, sobre el terreno de la sangre expiatoria del Señor Jesús. En los capítulos del 5 al 8, al pecador justificado se le ve salir del tribunal plenamente absuelto y, a continuación, después de tratar con el, conformado plenamente a la imagen del Hijo de Dios.

Es la segunda parte la que mejor se adapta a las reuniones como éstas [1], porque los capítulos del 5 al 8 contienen el Evangelio Para Los Creyentes, el Evangelio que es peculiar al Nuevo Testamento. ¿Qué queremos decir con eso? En los capítulos del 1 al 4 tenemos la justificación por la fe, pero no hay nada peculiar en el Nuevo Testamento en ello, ya que esto se encuentra en el Antiguo Testamento. Los santos de aquellos días estaban familiarizados con la mayoría de lo que Pablo enseña en estos capítulos. En los capítulos del 5 al 8 tenemos una revelación de la verdad que es totalmente nueva, sobre todo en la plenitud de su aplicación.

Los Enemigos son hechos Hijos.

Un título adecuado para estos cuatro capítulos seria “Enemigos hechos Hijos” – no niños (algo engendrado), pero hijos; enemigos, no pecadores, convertidos en hijos. El nombre “pecadores” se encuentra aquí, pero no es el nombre que le da su color a esta sección. El énfasis no está en nuestro PECADO tanto como en nuestra enemistad, nuestra rebelión. En los capítulos del 1 a 4, se habla de la justificación, pero en el capítulo 5, se habla de la reconciliación. Los justificados eran pecadores, pero aquellos reconciliados, hechos hijos, eran enemigos. En cada uno de estos cuatro capítulos tenemos una sub-sección de la sección principal que estamos considerando en estas reuniones [1]. En el capítulo 5, el término dominante es “la muerte”. En el capítulo 6 es “pecado”. En el capítulo 7 se trata de “la ley”. En el capítulo 8 es “Espíritu” – el Espíritu Santo. Hay cuatro monarcas – la muerte, el pecado, la ley, y la carne, y todos ellos son destronados. La muerte da su trono a la vida. El pecado cede su trono a la justicia. La Ley cede su trono a la gracia. La carne cede su trono al Espíritu.

Una vez más, pensando en las comparaciones entre los capítulos, podríamos decir que el capitulo 5 es la emancipación de la pena del pecado – la muerte. El capítulo 6 es la emancipación de la tiranía del pecado – la servidumbre. El capítulo 7, la emancipación de la fuerza del pecado – la ley. El capítulo 8 es la emancipación de la presencia del pecado – la redención del cuerpo. En el capítulo 5 tenemos a los enemigos reconciliados; en el capítulo 6, a los esclavos liberados; en el capítulo 7, a los prisioneros de la ley en libertad; en el capítulo 8, a los hijos de Dios instaurados como hijos en todo el sentido de la palabra. No hay ninguna parte de la escritura de mayor importancia para el creyente en Cristo. Es el evangelio por excelencia para los creyentes.

Veamos, a continuación, el capítulo 5. De una manera general, se divide en dos mitades. Los primeros versículos, del 1 al 11, la segunda parte se compone de los versículos del 12 al 21. La primera parte habla de “nosotros”, mientras que la segunda parte es puramente impersonal. Ambas comienzan con un “por tanto”, y empiezan desde el mismo punto, que es la justificación por la fe, y los dos “por tantos” vinculan ambas secciones al final del capítulo 4, donde se explica la justificación. La primera sección comienza con la justificación como una experiencia, la segunda como una verdad abstracta. Es por eso que la última parte es impersonal, y la primera es un pasaje que habla de “nosotros”, ya que se trata de la experiencia de todos los que están en Cristo. Los versículos del 1 al 11 muestran cómo un corazón renovado por la gracia intuitivamente razona hasta lo último esa redención cuya primera experiencia es la justificación por la fe. Plantados en la gracia, “se regocijan en la esperanza de la gloria de Dios”. Ese es el razonamiento del corazón, no de la mente, desde el principio hasta el final de la experiencia. Los versículos 12 al 21 no es la lógica del corazón, sino de la mente. Se tiene una revelación de la verdad dada en el capítulo 4, revelada por la lógica, el argumento, la ley por la cual la justificación de los muchos proviene de la obediencia de UNO, el Señor Jesucristo.

Salvados por la esperanza

Pon atención a los primeros once versículos. El tema de ellos es “la esperanza”. Hay una similitud entre el tema y el tratamiento de esta sección y las del final del capítulo 8. Allí, también, hay esperanza, basada en una conciencia del amor de Dios en Cristo. El hecho de que la apertura y el cierre de esta sección son similares demuestra que se trata de una sección completa de la Epístola. La Esperanza, entonces, es el tema de esta sección. En primer lugar está el motivo de esperanza, que es la justificación por la gracia, la cual ya ha sido experimentada. Esa experiencia es incompleta y preliminar, porque el escritor trata con la esperanza como algo por venir. “Somos salvos por la esperanza”. Dios se toma la molestia con nosotros, no sólo para darnos la bendición inicial, sino todas las bendiciones que Su redención proporciona. Por lo tanto “somos salvados por la esperanza”. Luego está el alimento de la esperanza – “sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;”. ¡Empezando con la esperanza, nos lleva a través de la tribulación, porque esto incluso nos ayuda a crecer! Luego le sigue el campo de la esperanza – “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” El argumento de la esperanza comienza con las premisas del argumento – “Cristo murió”, murió “a su debido tiempo”, murió “por los impíos”. Este amor no se encuentra en el caso de un simple hombre, ya que es el amor por los pecadores, por los impíos, los enemigos. Las conclusiones de la esperanza radican en esto – que si fuimos justificados, mientras que éramos aún pecadores, entonces seremos salvos de la ira. La conclusión es esta: si estamos reconciliados, siendo enemigos, seremos salvos por completo, ahora que estamos reconciliados y no somos ya enemigos. Si somos justificados por Su sangre, si estamos reconciliados por su muerte, la redención completa está asegurada, viendo que no sólo murió para salvarnos, sino que vive para completar la salvación, porque seremos “salvos por su vida”. Esta es la panorámica general de esta primera sección del capítulo 5.

La Justificación

Ahora considera la panorámica general de la segunda sección, comenzando con el versículo 12. Su construcción es peculiar. Muchas veces me ha desesperado. Contiene digresiones, en el estilo habitual de Pablo. Su principal tratamiento se encuentra en tres versículos: 12, 18, y 19. Parece que en los versículos 18 y 19 se deben conectar con el versículo 12. Lo que se encuentra entre los versos 12 y 18 es una digresión doble. A continuación los versículos 19, 20, 21, conectan con una parte de la digresión de los versículos 13-14, relativo a la ley, de modo que se pueden leer los versículos 13, 14, 20, 21, consecutivamente.

El tema es la justificación, con dos cosas en él: (1) La ley de la aplicación generalizada de la justificación, (2) El objetivo final de la misma como la vida. La justificación es algo que se hace en nuestro nombre por otro, según lo establecido en los versículos 1 al 4. Pero, ¿cómo puede la virtud de algo hecho por otro ser transmitida a todos? La respuesta es, que la virtud del acto puede ser transmitida a todos exactamente de la misma forma que el pecado de uno fue transmitido a todos. La explicación se encuentra en la unidad orgánica de la raza. Sin tal cosa como la solidaridad de la raza, el acto sustitutivo de otro en nombre de todos sería imposible; pero debido a dicha solidaridad, un acto de desobediencia constituyó a muchos pecadores, y trajo la condena. Así también, el acto de otro trae justificación; en vez de muerte, la vida; en lugar de pecadores, la justicia – constituye a todos justos. No sólo los justifica, pero los hace justos. Existe la justicia imputada, pero también existe la justicia impartida. Dios nunca le imputa justicia a una persona sin también impartirla – ¡nunca!

Gozosos en la Esperanza

Ese es el esquema general, ahora vamos a trazar algunas de las enseñanzas más minuciosamente. “Justificados por la fe, tenemos paz para con Dios… y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” La paz y la esperanza son los frutos de inmediato, no solamente la justificación, pero también la reconciliación, la paz con Dios, ser traídos delate de Su presencia, ser contados justos y rectos, una obra en el interior. No tenemos conciencia de culpa, porque tenemos la paz. En lugar de la ira, tenemos vida, y el “acceso a esta gracia en la cual estamos firmes”. Tenemos una posición nueva, una nueva relación con Dios, una nueva posición delante de El, un corazón nuevo, una nueva perspectiva, una nueva esperanza, un nuevo futuro. Tres veces tenemos la palabra regocijo – nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios, nos regocijamos en las tribulaciones, y nos gloriamos en Dios. En Rom. 3: 23 se nos dice que todos pecaron y están destituidos de la “gloria de Dios”. ¿Qué es esta “gloria de Dios”? Puede ser solamente el ideal definitivo que Dios tenía en vista para la vida y el carácter del ser humano. La gloria de Dios representa todo aquello que pertenece al hombre según el propósito de Dios en la creación de él. Estamos destituidos de esa gloria por el pecado, pero ahora, firmes en la gracia, nos regocijamos en la esperanza de la gloria. Donde la creación fracasó, la redención triunfa. El propósito creador de Dios se cumplirá. Cristo ha hecho un pacto con Dios que se realizará. El hombre nunca puede ser verdaderamente hombre si no es un recipiente para lo Divino. Nunca fue el propósito de Dios que el hombre viviera su vida aparte de Sí mismo. Dios debe ser la vida del hombre – Dios en Cristo. La gloria del hombre es realmente la gloria de Dios, porque es la vida, la sabiduría, el poder de Dios, que va a ser su vida, su sabiduría y su poder.

¡La gracia más la gloria!

La justificación es sólo el comienzo. El final es la gloria. El camino es la gracia, pero es la gracia más la gloria. Él da la gracia para que Él pueda dar la gloria. Esa es la esperanza – ¿es realizable? Sin lugar a dudas. ¡Hay dificultades y tribulaciones, sin embargo, nos regocijamos en la esperanza, a pesar de ellas! ¡No, no! no a pesar de ellas, pero a causa de ellas. Ellas alimentan nuestra esperanza, Dios tiene que permitirlas a causa de nuestra necesidad de la disciplina. El carácter no puede venir sin disciplina, y la gloria no viene sin carácter. Estos son los pasos – tribulaciones, la disciplina, el carácter, la gloria; y la esperanza se goza en medio de todos ellos.

La reivindicación de esta esperanza es cierta. “La esperanza no avergüenza.” ¿Por qué? Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Dios nos ama, tenemos la experiencia del corazón, que baña nuestro ser, y estamos convencidos de que ninguna cosa creada nos podrá separar de ese amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. A pesar de que éramos enemigos, Dios nos ha amado. Cuando se trataba de pecadores, fue el Mesías quien murió por los pecadores, pero cuando Él murió por sus enemigos, murió como el Hijo. ¿Por qué el cambio? Para que podamos sentir más y más el amor de Dios. Así, de esta forma, somos metidos en Su familia, donde el Padre de nuestro Señor se convierte en nuestro Padre. Por la muerte que El Murió, nos salva hasta lo sumo, por la vida que Él vive, Él nos salva hasta lo sumo, y tan seguros estamos de la esperanza, que nos alegramos, como si ya se hubiera realizado, porque el amor de Dios es derramado en nuestros corazones. Nuestro presente es la gracia, la paz y la esperanza; nuestro futuro es la gloria. Nos regocijamos “en Dios ” por quien hemos recibido ahora la reconciliación.


[1] Estos cuatro capítulos componen la primera parte de un panfleto titulado “El Evangelio Para Los Creyentes”, por Robert Jones. Esta excelente exposición de los capítulos 5 al 8 del libro de Romanos no se encuentra publicada de acuerdo a nuestros archivos y recursos disponibles. Estos capítulos han sido tomados de una trascripción de lo presentado en una conferencia (Llamada “una reunión” en el cuerpo de este artículo).

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Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.

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