El Evangelio Para El Creyente (4)

NOTAS DE GRACIA

(Exposición de Romanos 5-8)

CAPÍTULO 4: Romanos 8: De La Carne al Espíritu

Llegamos ahora al último de nuestros capítulos, Romanos 8. Es el último capítulo de lo que se llama el Evangelio de Dios Para los Creyentes, y es uno de los grandes capítulos de la Biblia. Es una gran final; elocuente y conmovedora. El capítulo 8 enmarca la obra de la redención. Es claramente un capítulo de consumaciones. Cuando lo comparamos con los tres capítulos ya examinados, nos da el lado positivo de la experiencia práctica de la salvación. En los capítulos anteriores hablamos de la liberación “de”, en este capítulo hablamos de la liberación “para” y “hasta”. Una distinción importante. El creyente totalmente equipado, no abandonará la sabiduría de Romanos 8. El capítulo 6 es muy importante, pero no debemos limitarnos a él. Sin el capítulo 8, el capítulo 6 es imposible. Lo positivo siempre se añade a lo negativo. La potencia de la vida en el Espíritu Divino se debe agregar a nuestra muerte con Cristo, y nuestra muerte con Cristo a nuestra rendición a Dios. En el capítulo 5 somos librados de la muerte, en el capítulo 6 estamos libres del pecado, en el capítulo 7 estamos libres de la ley, pero en el capítulo 8 tenemos la liberación por el Espíritu para gloria.

La Esperanza de Gloria

Aquí entramos en contacto con la dinámica divina de la vida cristiana y la experiencia, y esta dinámica está en el Espíritu Santo. Este último utiliza como Su medio principal “la esperanza de gloria”. Son aquellos que tienen la esperanza delante de ellos los que son capaces de proseguir a todos los tipos de muertes con Cristo: al pecado, a la ley, y a la carne. Aquí se nos presenta la idea con la que comienza esta sección – ESPERANZA -, la esperanza de gloria, la esperanza que no se avergüenza, la esperanza que se basa en la fuerza, la esperanza inmutable de Dios. En el capítulo anterior se habla de la salvación por la muerte de Cristo por la fe. En este capítulo, de la salvación a través de la vida en el Espíritu y en esperanza. El creyente aquí se olvida de las cosas dejadas atrás – los pecados, el pecado, la ley, la carne, etc., y llega con interés a las cosas que se encuentran delante de él. El capítulo 8 presenta a un hombre libre de ataduras obstaculizadoras, con su rostro hacia la luz del día. Ya no es un pobre esclavo, un enemigo vicioso. Él es un “niño”, esperando el día de la adopción en plena filiación. Con el conocimiento de su destino increíble, no le preocupan los apuros, los peligros, las persecuciones del camino, pero a pesar de que sus manos y pies sangren, prosigue en su camino a la meta, seguro de una cosa: del amor que “no lo abandonará”. No sólo conoce y trata de llegar a la gloria para sí mismo, el sabe que va a significar algo para toda la creación; él forma parte del método de Dios para la redención de toda la creación de la maldición que el pecado humano trajo sobre ella.

El Espíritu que Mora en Nosotros

Lee los versículos del 19 al 30 para entender el contorno de la aplicación del capítulo – desde la presciencia del pasado por Dios, hasta la gloria futura. Hay dos palabras en torno a las cuales las dos líneas principales del capítulo se encuentran, la palabra “Espíritu”, y la palabra “hijos”. Vamos a concentrarnos en la primera, preguntándonos acerca de la participación del Espíritu Santo en nuestra redención. Es significativo que, con excepción de Rom. 5: 5, es en este capítulo donde por primera vez nos encontramos con el Espíritu Santo en esta epístola. Rom. 5: 5 prevé la enseñanza completa del capítulo 8. También es notable que ni una sola vez en el capítulo 8 se le nombró el “Espíritu Santo”; Su nombre aquí se presenta de cinco formas diferentes: El es (1) El Espíritu, (2) El Espíritu de vida en Cristo Jesús, (3) el Espíritu de Dios, (4) el Espíritu de Cristo, y (5) el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos. Uno u otro de estos nombres se producen diecisiete veces en este capítulo, y este número es un contraste con el silencio de los capítulos anteriores. Aquí El es visto como el Espíritu de vida, de obediencia, de la resurrección, de la victoria, de orientación, de relación filial, de esperanza, de testimonio, de garantía, de simpatía, y de oración. El Espíritu es todo esto, porque El es el espiritu que mora al creyente, como nos dice el versículo 9.

La obra completa de la redención debe llevarse a cabo desde el interior, desde la vida en el Espíritu. Él habita en todos los creyentes, pero sin embargo no es eficaz en todos. Dos condiciones son necesarias para Su operación eficaz, (1) el reconocimiento de Su morada, y (2) la entrega de todo en Sus manos y autoridad. En el versículo 2, El es el Espíritu de vida, Quién toma las cosas de Cristo y nos las imparte. El nos ministra a nosotros la vida que está en Cristo Jesús, Él la guarda y la alimenta. Él es también el Espíritu de Libertad, Quién “me ha librado de la ley del pecado y la muerte”. En el versículo 4, El es el Espíritu de obediencia, liberándonos de la esclavitud de la carne. Ahora no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. La libertad está basada en la Expiación – “Dios, enviando a su Hijo… condenó al pecado en la carne”.

“Porque el Pecado”

En relación con el pecado, tratando con el pecado, y no había manera de tratar con el pecado sino por la expiación (que incluye la propiciación y la reparación). Él se hizo a Si mismo una ofrenda por el pecado, y es en el campo de nuestra libertad de la carne, que nuestro andar en el Espíritu es posible. En El tomamos la decisión de obediencia para justicia. A pesar de los antagonismos, cuando la resistencia de la carne es enfrentada y desafiada en el poder del Espíritu Santo, el heroísmo de la obediencia es de Él, y así la justicia que la ley exigía se cumple en nosotros. La ley exige justicia, y eso es todo lo que puede hacer; pero Dios envió a Su Hijo por nosotros, y Su Espíritu a nosotros, con el fin de llevar a cabo todo lo que la ley exige. No puede haber alianza con la carne permitida aquí. Usted no puede seguir sus impulsos cuando depende de los recursos del Espíritu. Muchos se horrorizarán ante la idea de ceder a los impulsos carnales, que todavía están confiando en los recursos de la carne – de ahí su fracaso. Si en esta Conferencia has recibido una impresión de la mente, una agitación de las emociones, algo que te hace sentir “¡Ahora lo puedo hacer!”, Entonces estás volviendo a caminar según la carne. No hay salvación real hasta que seamos demolidos, y conozcamos nuestro propio fracaso.[1]

El versículo 6 habla del Espíritu de Paz. “el ocuparse del Espíritu es vida y paz”, es decir, “la mente del Espíritu”, es la paz. La paz viene de la comunión con y la dependencia del Espíritu Santo. Ocúpate de lo que le concierne a El, ya que la mente del Espíritu es la paz. El estar bajo el poder y el control del Espíritu es ser libre de la enemistad con Dios, que es peculiar a la carne, y estar en armonía con Dios. Existe la paz, y el fin, su tema central, es la vida. La vida es la meta, así como el principio.

El Vivificador del Cuerpo Mortal

El versículo 11 es la próxima mención del Espíritu, como el Vivificador del cuerpo mortal. Se le llama el cuerpo “mortal” – “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”. Una vez más tenemos la dualidad que teníamos en el capítulo 7. En primer lugar hay una parte de nosotros que está llena de vida (el nuevo espíritu), y otra parte que está llena de muerte (la carne). “Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.” El espíritu interior está lleno de vida; el cuerpo exterior lleno de muerte. La justicia es la característica de dicho hombre interior, y es por eso que es vida. El pecado es la característica del hombre exterior, el cuerpo, por lo tanto, la muerte. La vida, al menos en plenitud, ha llegado a sólo una parte de nuestro ser – la parte espiritual, porque “el espíritu vive a causa de la justicia”. Pero hay una parte de nuestro ser todavía en las garras de la muerte – el cuerpo físico, ya que “el cuerpo está muerto a causa del pecado”

No está físicamente muerto, por supuesto. El mismo cuerpo que se observa en el versículo 11 es llamado el cuerpo mortal. No está muerto, pero es mortal. No está muerto físicamente, pero está camino a la muerte, y en cierto sentido, está muerto. El cuerpo todavía tiene energía, claro está, pero nunca puedes permitir que el cuerpo, por si solo, exprese su propia vida. No se le debe permitir actuar por su propia voluntad. Cuando lo hace, su vida no es nada más que muerte. Está muerto, hablando paradójicamente, porque el pecado es su vida, porque su vida es pecado, y el pecado está espiritualmente muerto.

Nuestra condición es la siguiente: Somos seres vivos, espíritus vivos que vivimos en cuerpos mortales. En otras palabras, la vida en el espíritu es diferente a la vida en el cuerpo. La primera es la vida verdadera, pero la vida en el cuerpo es muerte. ¿Cómo puede tal cuerpo responder a los movimientos y deseos del Espíritu que le avita? No, no puede, se contrapone, en conflicto con la vida interior. Cuando el Espíritu que nos habita tiene éxito en llevar el cuerpo con El, en Su vida santa, en testimonio, y en servicio, ¿cómo se gestiona? Debido a la vivificación especial dada por el Espíritu Santo. Él es quien nos capacita para rendir a los miembros del cuerpo como instrumentos de justicia a Dios. A no ser por esto, nuestros cuerpos simplemente nos desgastarían y nos seria imposible hacer movimientos espirituales. En efecto, tal y como son las cosas, hay cristianos que están absolutamente encarcelados por sus cuerpos. Son sus esclavos. Obedecen a sus cuerpos. Sus cuerpos son tales cargas para ellos, que la vida espiritual les es casi imposible. El más mínimo acercamiento a una enfermedad les pone en un estado de pánico. No conocen de la vivificación del cuerpo mortal por el Espíritu.

¡Qué maravillosamente independiente de su cuerpo era Pablo! Lee una vez más 2 Cor. 12 desde ese punto de vista. Aquí estaba un hombre con un aguijón en su carne, perseguido por todos lados, como un vasija rota, viviendo siempre al borde de la muerte. Él debería haber muerto en realidad, y sin embargo vivió una vida y llevó a cabo tal ministerio, que hasta los de contexturas más robustas se habrían derrumbado bajo aquel peso de actividades. ¿Cuál fue el secreto? Sabía cómo hacer que el Espíritu vivificara su cuerpo mortal. Sabía como recibir la vivificación del Espíritu para su cuerpo mortal. Pablo Lo conocía, no solo como la vida de su espiritu, sino también como la vida de su cuerpo. El Señor te lo dará, si puede confiar en ti. Él no puede confiar en todo el mundo con tal recurso, sino a aquellos en quienes El confía; a ellos les permite tener esa experiencia maravillosa. En alguna medida, todos nosotros podemos llegar a conocer la vivificación del cuerpo mortal por medio del Espiritu Santo.

La vivificación del cuerpo mortal, naturalmente, nos lleva a pensar en Él como el “Espíritu de resurrección”, “el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos” Él es el Espíritu del poder de la resurrección, y él es muy capaz de hacer eso. Estas son las arras de la redención completa del cuerpo. Esta vivificación es la primicia, la futura redención total del cuerpo es la cosecha.

“El Espíritu de Victoria”

En el versículo 13 nos Lo encontramos como “El Espíritu de victoria”, y aquí está el otro lado. En el versículo 11 vemos cómo el Espíritu anula las obras de la carne por la vivificación del cuerpo mortal. Aquí se ve cómo El contrarresta las actividades del pecado – “…si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne…”. Aquí se ve cómo El controla este organismo que nos resulta imposible de controlar. Nos permite hacer morir las obras de la carne. Pone fin a los malos hábitos del cuerpo – ¡Él lo hace! ¡Aleluya! No pienses que eres tú quien lo hace. Por supuesto, tu cooperas, lo haces, “por medio del Espíritu”, pero El da el poder que te permite hacerlo, cuando bajo el impulso del pecado de la vida en tus miembros, el cuerpo trata de imponerse, y usar tus miembros para su propio placer.

Se nos dice que el cuerpo tiene sus apetitos y demandas legítimas que deben ser satisfechos. El hecho es este, y Pablo lo pone de manifiesto en el versículo I2 – no tenemos ninguna obligación con el cuerpo en absoluto. Nosotros no somos deudores a la carne. El cuerpo no tiene derecho legítimo sobre nosotros en lo mas mínimo, excepto que debemos mantenerlo en un estado adecuado, para que sea un instrumento de justicia hacia Dios. Ese es nuestro deber para con el cuerpo.

En el versículo 14, El es el Espíritu de Obediencia. Esta vida en El, y la victoria por medio del Espíritu, tienen una relación vital para nuestro futuro. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos (y solamente estos) son hijos de Dios.” Sólo ellos, y todos ellos, son hijos de Dios. Aquí comienza el paso a la filiación (adopción). La palabra aquí es “hijos”, no niños. Hay una distinción en el Nuevo Testamento entre los hijos y los niños, y el Espíritu Santo es muy cuidadoso en Su uso de las dos palabras. La palabra “niños” sugiere un parentesco basado en la naturaleza. Somos “niños” de Dios por naturaleza, Dios es nuestro Padre, de El se deriva la vida y el ser. Por otro lado, “hijos” se refiere al rango, el carácter, la imagen, y el privilegio. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos (tékna = niños) de Dios;”, pero “”Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos (y solamente estos) son hijos (huioí = hijos) de Dios.”. El ser nacidos del Espíritu nos hace hijos (tékna = niños), pero el ser guiados por el Espíritu, nos hace hijos (huioí = hijos). [2]

En el versículo 15, Él es el Espíritu de Esperanza. “Hemos recibido el Espíritu de adopción,” este es el Espíritu de esperanza, porque estamos a la espera de la adopción, pero el Espíritu Santo ya nos ha traído una fuerte esperanza. El terror se ha ido, y el amor de Dios el Padre inunda nuestros corazones y nos hace exclamar: “¡Abba, Padre!” Es un grito de alegría incontenible, cuando te encuentras con la realidad de la filiación. La adopción es algo que estamos esperando, pero el Espíritu es algo que ya poseemos. Corazones de hijos ya tenemos, pero la adopción de hijos esperamos todavía.

En el mismo versículo Lo encontramos como el Espíritu de Seguridad, ya que gritamos “Abba Padre”, a causa del testimonio del Espíritu a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Hay dos espíritus – tu propio espíritu y el Espíritu Santo. El Espiritu Santo une Su testimonio contigo, se une a tu espíritu para dar testimonio y testificar. El añade Su testimonio al nuestro para dejarnos saber que reinamos, que ya no somos siervos. No que ya somos hijos, eso sería un poco prematuro, pero somos “niños” que continuamos hacia el estado de la filiación completa. No tenemos derecho aún a llamamos a nosotros mismos como tales; es la prerrogativa del Padre el proclamarnos “hijos”, y lo hará en el día de la redención de nuestros cuerpos.

Por fin, Él es el Espíritu de simpatía, para ayudar a nuestras debilidades. Él lleva Su parte de nuestra impotencia. No estamos solos en nuestra debilidad, porque El ha asumido nuestra causa, y se une a Sí mismo a nuestra debilidad. Él es el Espíritu de Oración, porque Él “…porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”


[1] Estos cuatro capítulos componen la primera parte de un panfleto titulado “El Evangelio Para Los Creyentes”, por Robert Jones. Esta excelente exposición de los capítulos 5 al 8 del libro de Romanos no se encuentra publicada de acuerdo a nuestros archivos y recursos disponibles. Estos capítulos han sido tomados de una trascripción de lo presentado en una conferencia (Llamada “una reunión” en el cuerpo de este artículo).

[2] La traducción de las palabras tékna y huioí al español es “hijos”. Sin embargo, en el original griego existe una diferencia que exige la traducción de “niños” para la primera e “hijos” para la segunda.

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Derechos de Autor de NOTAS DE GRACIA de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.


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