NOTAS DE GRACIA
Uno de los incentivos más importantes para tu crecimiento espiritual y tu comunión con Dios es la garantía de tu salvación (1 Juan 5:13). Si no estás seguro de que tu nombre está escrito en el libro de la vida, ¿cómo puedes estar seguro de que puedes depender en Cristo cada momento, aquí y ahora?
Sin embargo, uno de los temas que a menudo ha sido una fuente de confusión y la inseguridad es el de “el pecado imperdonable.” ¿Qué quiso decir Jesús con esa advertencia aterradora y solemne en Mateo 12:31, 32? “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.”
El autor de El Progreso del Peregrino, John Bunyan, dejó un registro de su lucha diaria por tener la seguridad de su salvación. Este tema le había preocupado también: “Yo tenía una pregunta que mi alma tenía muchas ganas de resolver, y que era: ¿es posible para cualquier alma que ha cometido el pecado imperdonable, luego poder recibir, aunque sea al último momento, un verdadero consuelo espiritual de Dios por medio de Cristo? Después de haber considerado esto por mucho tiempo, encontré que la respuesta era: No, no podía, debido a que se le niega una parte de la promesa de la vida; nunca será perdonado, ‘ni en este siglo ni en el venidero’ (Mateo 12,32). “[1]
Examinemos este pasaje en su contexto para aclarar la advertencia original y considerar las implicaciones para nosotros hoy. ¿Cuál es el pecado imperdonable?
El milagro con un mensaje
Mateo 12:22 recuenta este innegable milagro del Señor Jesús: “Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba.” La práctica habitual en un exorcismo era obtener de la persona poseída por el demonio el nombre de dicho demonio que lo habitaba. Sin embargo, ¿cómo podría esta fórmula ser utilizada cuando la persona afectada era muda? Se esperaba que el Mesías prometido tuviera este tipo de poder y autoridad única. No es extraño que los testigos de esta liberación se asombraron y dijeron: “¿Será éste aquel Hijo de David?” (Mateo 12:23).
Esta conclusión era ineludible para el hijo receptivo y honesto de Abraham. Pero, ¿cómo podrían los fariseos conservar sus tradiciones legalistas y prominencia cuando Jesús autenticaba Su ministerio en esta poderosa manera? Llegaron a esta conclusión desesperada: “Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.” (Mateo 12:24).
Ten en cuenta que el milagro era innegable, pero su mensaje fue rechazado. Sus declaraciones de obstinada incredulidad se derrumbaron bajo el peso de sus contradicciones inherentes: 1) El que Satanás echara fuera a sus propios demonios iría en contra de su propia causa al dividir su reino del mal, 2) Los exorcistas judíos pretendían reclamar cierto éxito en los exorcismos, sin embargo, no fueron acusados de operar por el poder satánico, 3) El milagro de Cristo de echar fuera a un demonio mudo y ciego era una evidencia convincente de que el Reino de Dios les había visitado – en la persona del rey (Mateo 12:25-28).
Este es el contexto del veredicto ominoso de Cristo que los corazones endurecidos de los líderes religiosos estaban más allá del alcance del perdón de Dios. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo era la fuente de los milagros de Cristo (Cf. Lucas 04:18; Juan 3:34) y El dio poder a través de estas señales para confirmar la fe de los receptivos. El Espíritu Santo es el que atrae a los pecadores al Salvador: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1 Cor 12.: 3). Sin embargo, ellos maldecían a Jesús al afirmar que estos milagros eran satánicos. Esta incredulidad rechazó las implicaciones de la autoridad de Cristo sobre el reino de las tinieblas [2]
Blasfemar (faltar el respeto de una forma descarada) al Espíritu Santo es rechazar al único que puede permitir a un pecador arrepentirse, creer y ser perdonado. [3]
Una Advertencia Para Nuestros Días
Algunos proponen que esta advertencia sobre el pecado imperdonable no se aplica después del ministerio terrenal de Cristo. Después de todo, Cristo no está físicamente presente, haciendo milagros como lo hizo en los Evangelios. Por lo tanto, las circunstancias exactas del pecado imperdonable no se duplican en nuestros días.
Sin embargo, el Espíritu Santo continúa dando testimonio de la persona y de la obra de Cristo hoy. En Juan 16:6-11 Jesús profetizó: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.”
Los milagros de Cristo todavía hablan en voz alta y clara en las páginas de Las Sagradas Escrituras. Su objetivo se expresa claramente: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Juan 20:31).
Entonces, ¿cuál es el destino de aquellos que rechazan la obra de convicción del Espíritu Santo cuando testifica a través de la creación, la conciencia, y Cristo? (Romanos 1:16-20; 2:14-16; 5:8). Hoy, como en el primer siglo, los que mueren sin creer el testimonio del Espíritu de Dios a través del evangelio cometen el pecado imperdonable.
Sólo habrá dos resultados en el Día del Juicio, estar descansando en nuestra propia injusticia y ser condenados o ser encontrados de pie en la justicia de Cristo, habiendo sido perdonados. Este perdón es sólo por gracia por medio de la fe. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:18; Cf. Mat.25 Fil. 3:7-9).
Una Consolación Implícita
Para aquellos que conocen al Señor Jesucristo como su Salvador, la advertencia de Cristo tiene un consuelo implícito. ¡Todos los demás pecados son perdonables! Piensa en esto, ¡no hay pecados demasiados malos que no puedan ser lavados por la sangre preciosa de Cristo! (1 Ped. 1:18-20).
Todo el que ha acatado el testimonio del Espíritu Santo en el evangelio tiene perdón completo y la base para una garantía inquebrantable: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,” (Colosenses 2:13,14).
De la misma forma en que el hombre que fue liberado del demonio recibió su voz y su visión, nosotros los que creemos el testimonio del Espíritu de Dios, podemos ver Sus maravillas y declarar Sus alabanzas.
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[1] John Bunyan (1628-1688), Gracia Que Abunda Para el Principal Entre Los Pecadores, párrafos 220, 221.
[2] “… Una vez llegado a la conclusión de que los milagros que Cristo hizo fueron debido al poder de Satanás, y que Él era el representante del Maligno, sus [los principales fariseos y los saduceos] cursos habían sido decididos racional y moralmente. El estimar cada nueva manifestación del poder de Cristo solamente como un desarrollo creciente del poder de Satanás, y de oponerse con determinación y hostilidad cada vez mayor, hasta la cruz: tal fue la evolución natural de esta historia. Por otro lado, este curso una vez tomado no habría, ni podría haber ningún otro tipo de razonamiento a favor o en contra…” – Alfred Edersheim, La Vida y Tiempos de Jesús el Mesías. [A continuación del texto en la nota 2766. Edersheim (1825-1889) fue un creyente judío, predicador, erudito y autor. Estas dos fuentes están disponibles en CCEL.org.]
[3] Sólo Dios sabe cuando un corazón se cierra y se pone fuera de su alcance. Tal parece haber sido el caso de Saulo de Tarso, pero el Cristo resucitado lo detuvo y le convirtió en un recipiente sin par de su gracia (Hechos 9; Gal 1:13-17.). Por lo tanto, nunca dejemos de orar por los perdidos. ________________________________________________________________________________
Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.