NOTAS DE GRACIA: Dejando a un Lado el Desvío del Legalismo (Primera Parte)

En nuestro peregrinaje para recibir y vivir la justicia de Dios en un mundo caído, nos encontramos con desvíos bien intencionados. En cierta ocasión, un joven preguntó: “¿Cuáles son las cosas a las que debo renunciar?” Se le instruyó, “Para comenzar, debes dejar la ropa colorida. Debes deshacerte de todo en tu armario que no sea blanco. Deja de dormir sobre una almohada suave. Vende tus instrumentos musicales y no comas más pan blanco. No puedes, si eres sincero acerca de obedecer a Cristo, tomar baños tibios o afeitarte la barba. El afeitarse es mentir contra el que nos creó tratando de mejorar Su creación.”

Elizabeth Elliot respondió a esto: “¿Te suena esto a una respuesta absurda? ¡Es la respuesta dada en las escuelas cristianas más célebres del siglo II! ¿Es posible que las reglas que han sido adoptadas por muchos cristianos del siglo XX suenen tan absurdas a los sinceros seguidores de Cristo dentro de algunos años? “[1]

Veamos un par de preguntas de introducción sobre el legalismo, y a continuación examinaremos su influencia negativa sobre los perdidos, así como sobre los creyentes. Nuestro objetivo es evitar el desvío del legalismo y caminar en la gracia de Dios y el amor.

A. Cuestiones preliminares

1. ¿Qué es el legalismo?

El legalismo es esencialmente el uso indebido y el uso excesivo de la ley. “Pero sabemos que la ley es buena si uno la usa legítimamente” (1 Tim. 1:8). En Las Escrituras, los teólogos suelen distinguir tres aspectos de la ley de Dios: la ley ceremonial, la ley civil, y la ley moral.

El libro del Levítico, por ejemplo, está lleno de instrucciones acerca del culto ceremonial prescrito para Israel bajo la ley del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento revela que estas ceremonias prefiguraron las bendiciones compradas para nosotros en Cristo. Estas leyes han sido reemplazadas a través del trabajo terminado de Cristo en la cruz. “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”. (Col. 2:16-17; ver Heb. 10:1-10).

Parte de la ley ceremonial incluye las leyes dietéticas. Estos requisitos fueron dados para enseñar santidad y promover la buena salud e higiene. Aunque todavía se pueden encontrar valiosas y sabias enseñanzas en estas áreas de la Ley del Antiguo Testamento, no son obligatorias después de su cumplimiento en Cristo (Mateo 15:20, Marcos 7:15).

Del mismo modo las leyes que rigen el gobierno de Israel y los asuntos civiles (Deuteronomio 17:1-20) se han cumplido, y éstas no aplican al pueblo del Nuevo Pacto de Dios – la Iglesia (Ef. 2:14-22).

La ley moral, sin embargo, se basa en el carácter inmutable de Dios: “Porque yo Jehová no cambio” (Mal 3:6; véase Santiago 1:17). Hay una continuidad en las normas morales y propósitos de Dios (Mateo 5:17,18). El ignorar los preceptos morales enseñados en la Biblia (y atestiguado por la conciencia) es pecado. “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. (1 Juan 3:4). En el Nuevo Pacto, la moral es reafirmada: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.

No mintáis los unos a los otros” (Col 3:5-9a).

Por lo tanto, si alguien demanda el cumplimiento de las leyes ceremoniales, dietéticas, o civiles, dichas demandas están injustificadas, y son legalistas.

2. Si el legalismo es el mal uso y abuso de la ley, entonces nos preguntamos, ¿Cuál es el propósito de la ley del Antiguo Testamento?

El apóstol Pablo claramente responde a esto en Gálatas 3:19-24:

“Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.”

Por lo tanto, la ley pone de manifiesto la mala noticia de que todos somos pecadores y no nos podemos salvar a nosotros mismos (Rom. 3:19,20). ¡En esta era del humanismo y de valores relativos, la ley de Dios tiene un papel integral para convencer a la gente de su necesidad de un Salvador!


[1] Elizabeth Elliot, La Libertad de la Obediencia, Nashville, Abingdon, 1968, pp. 45-46 (Sermonvilleillustrations.com archivos)

Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.

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