¿Qué te trae alegría? ¿Un alza en el mercado de valores? ¿Un puntaje mas bajo en tu juego de golf? ¿Una A en un examen final? ¿Una buena comida en un buen restaurante? Si bien éstas cosas nos pueden traer algo de felicidad temporal, el ministerio espiritual puede proporcionar un gozo permanente. El apóstol Juan declaró: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.” (3 Juan 4). Los “hijos” del apóstol eran sus hijos espirituales – aquellos a quienes el había discipulado pública y personalmente.
¿Es el ministerio del discipulado sólo para los apóstoles, pastores y misioneros? ¡De ninguna manera! Tenemos la Gran Comisión de Cristo como la tarea primordial del pueblo de Dios del Nuevo Testamento: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:18-20).
Si conoces al Señor Jesús, ¿puedo hacerte una pregunta personal? ¿Estás involucrado en un ministerio de discipulado? El pastor Ray Stedman ha llamado a los cristianos “laicos” al gozo que es el participar del discipulado: el “sacerdocio de todo creyente, que Las Escrituras enseñan tan claramente…, ha encontrado una gran oposición de gran parte de la iglesia institucional a través de los siglos. Martín Lutero recuperó brevemente este espíritu durante la Reforma, pero pronto se perdió de vista otra vez. Sin embargo, nada es más alentador para un siervo de Cristo que ver al Señor honrar Su ministerio por medio de los cambios radicales y permanentes realizados en las vidas de esas vidas tocadas por El.” [1]
Quizás puedes estar pensando, ¿Cómo es eso que todos nosotros vamos a participar en la formación de discípulos? ¿Es por medio de la enseñanza de una clase de escuela dominical? ¿Testificando? ¿Haciendo servicio a la comunidad? ¿La predicación? Podría ser todo – o nada – de lo anterior, en función del contenido y la forma de tu servicio personal. Un ministerio que es tan central a nuestra vocación como creyentes debe ser descrito y entendido en la práctica.
Piensa en un cuadro – una hermosa pintura al óleo de un creyente como la de Cristo que se muestra en un elegante marco de madera. El semblante del cuadro se atribuye al Espíritu de Cristo que mora en cada creyente (Cf. Rom. 8:11). Aquí está la fuente dinámica del crecimiento espiritual: “… Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27; Cf. Fil. 2:13; Juan 14:17,18).
La presencia de Cristo da poder y dirige la vida espiritual, Él es “el semblante del cuadro. El marco de madera que realza este cuadro representa las condiciones bajo las cuales se forman los discípulos. Ya que un marco tiene cuatro lados, cada uno de ellos constituye un elemento fundamental en la formación de los discípulos. Vamos a considerar un CUADRO DEL DISCIPULADO. Para cultivar la centralidad de la gracia de Cristo y la verdad, tenemos que ministrar de cuatro maneras – “los lados del marco del cuadro”.
Lado #1. El discipulado requiere enseñanza.
Un discípulo es literalmente un “alumno”. La Gran Comisión es explícita al afirmar “Id pues y enseñad a todas las naciones” (RV). ¿Que es necesario enseñar – y aprender? Mucho se podría mencionar aquí, pero esencialmente el que hace discípulos enseña la Palabra de Dios (2 Tim. 4:1-4), las doctrinas de Las Escrituras (Tito 2:1), un carácter piadoso (Tito 2:2-9), y el equipamiento para el ministerio (Ef. 4, 12).
La primera y más importante lección es que todos deben conocer y creer el evangelio. La vida espiritual no puede ser cultivada si no está presente. Por lo tanto, el discipulado comienza con la aceptación personal de Cristo por medio de la fe: “Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre” (Juan 1:12; 5:24; Ef. 2:8,9). Del mismo modo, ningún creyente regenerado puede vivir victoriosamente a menos que permanezca en Cristo (Juan 15:5). Las disciplinas espirituales aparte de la comunión personal con Cristo son solamente puras actividades religiosas. Sin embargo, Cristo, viviendo en y a través del creyente, trae transformación de vida (2 Cor. 3:17,18; Gal. 2:20).
El ámbito de la educación ideal para el discípulo sería una educación completa desde el punto de vista bíblico y práctico. Como Pablo declaró a los ancianos de Efeso, “porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.” (Hechos 20:27). Por supuesto, para estar preparados para enseñar a los demás, tenemos que ser aprendices perpetuos nosotros mismos [2]
Cristo nos invita a todos a convertirnos en estudiantes de Él: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí” (Mateo 11:28,29).
Aunque cada creyente necesita alimentarse a sí mismo de La Palabra, esto se suplementa y es guiado por los dones de enseñanza que se han dado a la iglesia (Rom. 12:7; Ef. 4:11,12), y la tutoría de creyentes maduros (Heb. 5:11-14; Tito 2:1-4). Sin embargo, ¡el discipulado es mucho más que enseñar! Esto nos lleva a la segunda cara del “marco del cuadro”.
Lado #2. El discipulado requiere relaciones amorosas.
El Señor Jesús modeló de una forma singular el proceso del discipulado. Cuando se disponía a lavar los pies a los discípulos en la última cena, se nos dice, “…como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Juan 13:1, Cf. 15:12, 13). Los discípulos no se limitaron simplemente a reunirse con el Señor Jesús para recibir una lección semanal, ¡Compartieron Su Vida! Noten esta descripción de la estrategia para el discipulado de Cristo: “Y estableció a doce, para que estuviesen CON EL” (Marcos 3:14). ¡Estaban “con él” casi “24 horas al día, 7 días a la semana” durante más de tres años! Esto proporcionó oportunidades naturales para formular preguntas, observar al Señor, y abrazar Sus valores (Cf. Lucas 11:1). [3]
El Antiguo Testamento da una imagen de las enseñanzas y las relaciones amorosas que se aplican a los padres para discipular a sus hijos. Moisés mandó, “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:5-7).
El fallecido músico y compositor cristiano, Rich Mullins, agradeció la enseñanza y la compasión que vio en su madre. Su biógrafo ha señalado, “Rich recordó cómo su madre era amable con una mujer excéntrica. ‘Usted sabe, tengo una gran mamá. Es algo alocado que esta mujer y mi mamá son amigas’. Le pregunté: ‘¿Alguna vez te sientes rara cuando estás con ella?’ y mi mamá dijo: ‘¡Sí, claro que sí! Pero aquí está el asunto: Nadie fue ganado nunca para el reino de Dios a través del esnobismo. Venimos a conocer a Cristo a través del amor. Realmente creo eso.’ El amor de su madre ganó a Rich para el reino de la misma forma.” [4]
El hacer discípulos no puede dar frutos sin relaciones amorosas. En su libro, El Trabajador Cristiano Normal, Watchman Nee comentó: “Hermanos y hermanas, a la luz de la preocupación apasionado de Dios por la gente, ¿pueden relacionarse con sus compañeros con indiferencia? Nuestro servicio no tendrá ningún valor a menos que nuestros corazones se agranden y nuestros horizontes se amplíen. Tenemos que ver el valor que Dios ha dado a la gente.” [5]
Este dicho familiar sigue siendo válido, “A la gente no le importa cuánto sabes a menos que ellos sepan cuánto te importan.” Y ¿de dónde sacamos ese amor? ¡Lo sacamos del Espíritu Santo que mora en nosotros! “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:5).
En el artículo final, hablaremos de las partes tres y cuatro del “marco” en torno al cuadro del discipulado.
Notas:
[1] Ray Stedman, El Cristianismo Auténtico (Multnomah), p. 168.
[2] Gary Kuhne ha organizado un programa de estudios en torno a tres áreas claves del discipulado: devocionales, y entrenamientos doctrinales y en el discipulado (formación). Los temas devocionales incluyen salvación, la seguridad, las devociones, la oración, memorización, estudios de la Biblia, la confesión, la tentación, el Espíritu Santo, la obediencia, la disciplina, los hábitos, conserjería, mayordomía, y la iglesia. El discipulado en el área de la doctrina se refiere la doctrina de la Biblia, conocimiento sistematizado de la Biblia, apologética, y las cuestiones de asesoramiento. Los temas bajo el discipulado (formación) son los siguientes temas: la evangelización (compartir el evangelio), el testimonio personal, el seguimiento, asesoramiento (habilidades), la apologética, y la mayordomía del tiempo. (Esta lista no se da como un requisito, sino como un ejemplo del alcance y el potencial de discipular a otro creyente.) Cf.. Las Dinámicas del Seguimiento Personalizado (Zondervan), pp.76-86
[3] El discipulado a través de relaciones de amor es el puente de los valores compartidos (Hechos 4:13), permite un buen ejemplo (Juan 13:12-15), prevé el estímulo (Rom. 14:19), y la rendición de cuentas (Lucas 10: 17-24).
[4] James Bryan Smith, Rich Mullins: Una Flecha que Apunta al Cielo (Broadman y Holman), p. 12,13.
[5] Watchman Nee, El Trabajador Cristiano Normal (CLC), p. 38.
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Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.