“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Hebreos 10:23-25.
¿Se ha preguntado, si Cristo es mi fuente de suficiencia, implica esto que debo ser independiente de los demás cristianos? ¿De qué manera mis relaciones en el Cuerpo de Cristo reflejan mi experiencia de Cristo como mi fuente de vida?
Las Escrituras nos aseguran que estamos completos en Cristo (Col. 2:10), sin embargo, también somos colocados en un organismo espiritual – la Iglesia. Cristo prometió: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mat. 16:18) Su obra redentora incluyó unir a su pueblo en una familia espiritual. Por lo tanto se nos exhorta: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gal. 6:10)
Esta comunión espiritual es comparada con la interdependencia de los miembros de tu cuerpo físico: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.” (Rom. 12:4,5). Dios quiere que la vida abundante en Cristo se exprese y aliente a través de la comunión de su pueblo. Las relaciones personales sanas con los demás creyentes deben formar parte de nuestro desarrollo espiritual. Se nos dice que en Su juventud ” Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:52). El crecer en gracia delante de los hombres describe relaciones saludables y amorosas. El apóstol Pablo nos aconseja: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.” (Gálatas 6:2). El creyente no tiene por qué tratar de ser un llanero solitario (¡e inclusive él tenía a Toro!).
En su interesante libro, El Corazón Paternal de Dios, Floyd McClung Jr. hace hincapié en la gracia de Dios que debe fluir en nuestra comunidad cristiana. “A medida que nos amamos, aceptamos, y perdonamos los unos a los otros como hermanos y hermanas en Cristo, el amor de Dios fluye a través de nosotros para sanarnos los unos a los otros. A través de nuestros hermanos y hermanas en la familia de Dios, Dios provee la clase de amor y aceptación que nos libera de nuestros miedos y nos permite tener una mayor integridad como personas. Podemos estar comprometidos con los demás sin miedo al rechazo. Podemos aceptar a los demás a pesar de sus debilidades. Podemos perdonar a los demás, incluso cuando nos hacen daño… Todo esto es posible por la gracia de Dios. Es Su gracia, su amor inmerecido, lo que hace esto por nosotros. No tenemos la capacidad en nosotros mismos para ser tan amorosos, pero Dios nos permite amar. No tenemos la capacidad en nosotros mismos para sanarnos mutuamente, pero a través de nosotros Dios sana a otros. Cada cristiano tiene este ministerio. Cada uno de nosotros puede ser un vehículo de la gracia.”
Esta pequeña estampa instantánea puede sonar idealista. Aun cuando experimentamos decepciones en una iglesia local podemos tratar de ser una bendición para los otros. La suficiencia de Cristo es nuestra red de seguridad. Cuando Pablo sufrió la falta de apoyo de parte de los hermanos antes de su martirio, escribió “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas,” (2 Tim. 4:16, 17).
Nuestro Señor Jesús sufrió esta decepción en sus compañeros soñolientos durante la oración en el jardín de Getsemaní, pero un ángel fue enviado para fortalecerlo (Lucas 22:43). ¡Como hijo de Dios, sabemos que el Señor nunca te dejará ni te abandonará! (Hebreos 13:5).
¿Expresarás la gracia de Dios a tu familia? ¿A tu pequeño grupo de estudio bíblico? ¿A los miembros de tu iglesia? Permanezcamos en Cristo a fin de revelar su gracia para edificar a nuestros hermanos y hermanas en la fe.
Te damos gracias Padre, por habernos acogido en Tu familia para siempre por la fe en el Señor Jesús. Danos la sensibilidad para ser Tus instrumentos de bendición para nuestros hermanos en la fe, pues somos miembros los unos de los otros. Amén
Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo