El cantante y compositor cristiano, Ray Boltz, canta una canción llamada “Watch the Lamb (Mirad al Cordero).” En su video musical, hay algunas escenas dramáticas excelentes que acompañan a esta canción para relatar la historia de Simón de Cirene (Marcos 15:21). Entró en Jerusalén el viernes por la mañana y se encontró en la Vía Dolorosa (la ruta hasta el lugar de la crucifixión). Como se relata en los Evangelios, Jesús – debilitado por la tortura y la flagelación – se desplomó bajo la cruz que llevaba al Gólgota. Un soldado romano presionó a Simón a servir a fin de llevar la cruz. El video muestra algo de la sangre de Jesús manchando la mejilla de Simón mientras llevaba la cruz detrás del Señor. ¡Qué imagen del llamamiento de Cristo a ser discípulos!: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” (Lucas 9:23).
Si deseamos tomar este compromiso en serio, no pasará mucho tiempo antes de descubrir que “llevar la cruz” no es lo que nuestros deseos naturales elegirían. El pecado no afloja fácilmente su control, a pesar de que hemos sido salvados y adoptados en la familia de Dios.
Una de las estrategias típicas de vivir como un discípulo comprometido es la de esforzarnos más (como el lema de Avis, la compañía de rentas de coches). Aunque bien intencionado, esto finalmente llevara al creyente a la frustración que se describe en el capítulo 7 de Romanos. “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom 7: 18, 19, 23, 24).
FJ Huegel nos dio un entendimiento útil de por qué el esfuerzo propio no nos da los resultados que buscamos al vivir una vida de obediencia: ” El YO no se puede sobreponer al YO.” El pecado es una parte muy grande de lo que somos para poderlo superar por medio de nuestros propios esfuerzos. Llegamos a ser orgullosos de nuestra imaginada humildad. Nuestras propias victorias nos sumergen en derrotas aun mas profundas en cuanto las obtenemos. Es como querernos levantar a nosotros mismos tirando de los cordones de nuestros zapatos.
Cristo ha proporcionado algo infinitamente mejor. La redención que obró en el Calvario no es un callejón sin salida. En realidad lleva a la victoria completa. Pero no debemos detenernos a mitad del camino. Nuestros propios esfuerzos serán en vano, pero el reconocimiento de nuestra posición judicial delante de Dios como muertos al pecado en la muerte de nuestro Hermano Mayor, traerá la victoria. ESTO ES FE: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.”‘ (Rom 6:11) [1].
Por lo tanto, el camino hacia la victoria completa no es nuestro propio esfuerzo, sino una experiencia más profunda de la Cruz de Cristo. Romanos 6:6 nos da la revelación de la nueva posición del creyente y la identidad en Cristo: “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”
L. E. Maxwell enseñó esta verdad de la identificación a través de la siguiente estampa histórica: “Durante la Guerra Civil Norteamericana, un hombre llamado George Wyatt fue escogido por las autoridades para ir al frente de batalla. Tenía una esposa y seis hijos. Un joven llamado Richard Pratt se ofreció para ir en su lugar. Él aceptó, y Richard se unió a las filas con el nombre y número de George Wyatt. Al poco tiempo Pratt murió en combate. Poco después, las autoridades quisieron llamar al señor Wyatt al servicio militar activo nuevamente. El señor Wyatt protestó, argumentando en una declaración jurada que había muerto en la persona de Pratt. Le insistió a las autoridades para que consultasen sus propios registros para verificar el hecho de que el había muerto identificado con Pratt, su sustituto. Wyatt quedó exento de toda reclamación de servicio adicional por parte de las autoridades. EL HABIA MUERTO EN LA PERSONA DE SU REPRESENTANTE. Aquí tenemos la más simple definición de la verdad de lo que significa la identificación. La manera en que Dios nos libera de nuestra propia vida es a través de la muerte – a través de la identificación con nuestro Sustituto en su muerte y resurrección”. [2]
Esta nueva posición rompe la autoridad del pecado en la vida del creyente. Como el apóstol Pablo declaró, “Mas ahora que habéis sido LIBERTADOS del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Rom. 6:22-23). Aunque todavía tenemos que enfrentar la carne, al mundo, y al diablo, tenemos la autoridad y el poder en Cristo para vivir una vida libre del pecado habitual – una vida marcada por la justicia (1 Juan 2:3-6).
Esta nueva posición es una verdad maravillosa, pero hay más. Los creyentes no sólo tienen una posición en la justicia de Dios y libertad legal, también tienen una unión espiritual con Cristo (Col 3:1-3). Esta unión ha hecho que su espíritu viva para Dios (Ef. 2:1). Con este “hombre nuevo” la disposición que gobierna el corazón de los hijos de Dios ha sido santificada: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;” (Rom 7:22).
La importancia de esta nueva vida espiritual se describe en este episodio del ministerio de Huegel: “… Una joven confesó que su vida era un verdadero ‘infierno’, por el terrible orgullo que gobernaba su corazón. Ella dijo que a pesar de todos sus esfuerzos para superar tal orgullo, este había llegado a tal grado que sintió que se enojaba al ver a los demás felices. ¿Qué iba a hacer? le dije: ‘Yo soy un alemán. Supongamos que ya no deseo ser alemán, sino francés. Lucho, imito, agonizo sobre el tema. ¿Hasta dónde me va a llevar? ¿Me convertiré en un francés en algún momento? Por supuesto que no. Pero supongamos que muero y vuelvo a nacer de una madre francesa. ¡Qué diferente! Las actitudes francesas son fáciles ahora. Bueno – le expliqué -, así es como Cristo nos quita el orgullo [y otras obras de la carne]. No se limita a domar al monstruo y luego llamarle humildad. Él toma nuestra humanidad en la cruz… El Redentor imparte a [los creyentes] una vida crucificada sobre la cual el orgullo no tiene más poder que una pulga tendría sobre un tigre…” [3]
Ahora nos regocijamos en nuestra nueva posición y nueva orientación espiritual, pero ¿y que del deseo de alejarnos de la justicia divina? ¿De dónde viene? En una palabra, de la “carne”. Como dice Romanos: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo … Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.” (Rom 7:18, 20, 21).
Ahora esto no quiere decir que seamos absueltos de nuestras responsabilidades por las palabras y acciones pecaminosas. Sin embargo, es fundamental percibir que nuestro espíritu humano (el órgano del alma que tiene la capacidad de relacionarse con Dios) es esencialmente santo, justo, y por lo tanto “se deleita en la ley de Dios.” ¡ESTE ES EL TÚ VERDADERO! “Pero el (o la) que se une al Señor, un espíritu es con él.” (1 Corintios 06:17) Por lo tanto, ¡la identidad se basa no en nuestra hoja de trabajo, las circunstancias, o los sentimientos, sino sobre el RENACIMIENTO ESPIRITUAL!
Entonces, ¿qué es la “carne”? En un contexto ético (como el capitulo 6 de Romanos) se refiere a aquella integración y relación de nuestro cuerpo y nuestra alma que contiene la programación de pensamientos egoístas, los comportamientos, sentimientos y afectos aprendido de manera independiente de Dios. “La carne” está en el creyente (hasta que abandonemos el cuerpo al morir), pero ¡LA CARNE NO ES EL CREYENTE! El Espíritu Santo que mora en nosotros mantiene en jaque a la carne cuando nos sometemos a Su Santo poder (Gal 5:16,17).
La condición principal para que podamos aprovechar este poder de Cristo en nosotros es el tener en cuenta nuestra identidad en Cristo y la unión con Cristo como una ¡VERDAD personal! “”Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Rom 6:11).
¡Amen!
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[1] F. J. Huegel, “La Cruz de Cristo”, (Bethany Fellowship), 1935, Pág. 67, 68
[2] L. E. Maxwell, “Nacidos Crucificados” (Moody Press), 1945, Pág. 14
[3] Huegel, Pág. 70
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Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo