“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Ef. 2:5-7).
¡Este pasaje describe el maravilloso privilegio de los creyentes de estar unidos con Cristo, no sólo en su muerte y resurrección, sino también en su ascensión!
Imaginemos la escena impresionante de la Ascensión. Lucas la relata:(Cristo prometió) “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” (Hechos 1: 8-11).
¡Para el creyente, el haber sido sentado posicionalmente [1] y espiritualmente con Cristo en gloria no es menos asombroso! Pablo amonestó: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” (Col. 3:1-4).
Pero si estamos sentados en el trono con Cristo en los lugares celestiales, ¿por qué nos sentimos a menudo en las profundidades emocionales? Parece que hay un gran contraste entre nuestra riqueza espiritual y nuestro andar práctico. ¿Cómo podemos tener nuestras posesiones y andar como es digno de nuestro Salvador? FJ Huegel abordó este tema en su clásico devocional, El Cristiano En El Trono. Escribió:
“Hacemos bien al enfrentar francamente que existe en el Evangelio una gran discrepancia. Me refiero a las altas exigencias del Evangelio, por una parte, y la debilidad moral de la naturaleza humana por el otro. El abismo entre las dos es inconmensurable. ¿Por qué los estándares de Dios van mucho más allá de las posibilidades morales del hombre, exigiendo una perfección que es inalcanzable? El Sermón de la Montaña lleva a la desesperación. Se me pide que ame a mis enemigos aunque es natural que yo los odie. Se me ordena bendecir a los que me maldicen a pesar que la inclinación natural sería devolver la maldición. ¿Por qué, frente a mis pecados, Jesús me dice que tengo que ser perfecto, como mi Padre que está en los cielos es perfecto? Declaro que estas cosas no se pueden pensar, ni mucho menos alcanzar. Me han dicho que si miro a una mujer y la deseo en mi corazón, ya he pecado. En una palabra, debo ser tan puro como Jesús lo fue.” [2]
Después, habiendo indicado la desesperación que se describe en Romanos capítulo 7, Huegel se concentra en los recursos para el creyente que se mencionan el capítulo 8 de Romanos: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Rom. 8:2). Él explica: “Cuando comprendas de que no puedes (lograr una conducta correcta) por tus propios medios, y a través de tus propias fuerzas, estarás listo para seguir la formula divina. Si empieza en la Cruz, que es el centro del universo, se convertirá más fácil y todos los problemas serán resueltos… Aquí el Cristo de Dios dice: ‘No puedes… No sólo es tu culpa eliminada aquí, pero el pecado es condenado como un principio. El viejo hombre está crucificado; Lo llevé conmigo a la tumba y, habiendo resucitado, ustedes fueron los que resucitaron conmigo. Habiendo yo ascendido al trono, ustedes fueron elevados conmigo. Tú eres una nueva creación. Desde aquel momento tu vida se derivará de mí y desde mi trono.” [3]
Por lo tanto, no solamente no podemos salvarnos a nosotros mismos (ya que es por gracia mediante la fe) sino que tampoco podemos vivir la vida cristiana independiente de Cristo. Sin embargo, el Señor Jesús dijo: “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.” (Mateo 19:26).
Padre nuestro, confesamos humildemente que en nuestra carne “no habita nada bueno.” Sin embargo, nos maravillamos que en la salvación nos regeneraste y nos uniste con Cristo. ¡Qué gracia nos has dado para perdonar nuestros pecados y honrarnos con una participación del presente con Cristo y Su reino eterno! Ilumínanos para que caminemos entregados a Tu perfecta voluntad, reconociendo la realidad de haber sido elevados con Cristo en Su ascensión. En Tu digno nombre, amén.
NOTAS DE GRACIA Elevados Con Cristo, Por John Woodward 06 de julio 1998
[1] Esta palabra (posicionalmente) no está reconocida por la Real Academia Española y no se encuentra en su 22.a edición del Diccionario de La Lengua Española. Es una palabra de reciente creación y es utilizada por teólogos y otros académicos religiosos para describir el estado de la posición espiritual del humano en relación a Cristo o a Adán. Se dice del cristiano:”está en Cristo”. Se dice del humano en su estado original: “Está en Adán”.
[2] F. J. Huegel 1, El Cristiano En El Trono, 57.
[3] El Cristiano En El Trono, 58,59.
Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo