Cualquiera que sea el trabajo o carrera en la que estás involucrado, estoy seguro de ella tiene sus retos y desafíos. Por ejemplo, un productor lácteo, comentó: “¡Lo más difícil de las vacas de ordeño, es que nunca se quedan ordeñadas!” Las exigencias del trabajo me recuerdan la difícil situación de algunos personajes en una parábola que Cristo enseñó. Esta historia ilustra en Mateo 20:1-16 la manera en que Dios usa Su gracia para recompensar a su pueblo.
El propietario del terreno [Dios] llama a las personas a Su Reino y los emplea para que lleven a cabo Su voluntad. La máxima que precede a esta parábola se ilustra en ella: “Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”. (Mat. 19:30). En esta historia, algunos fueron empleados a las 6 AM, con el acuerdo de cobrar un denario (una moneda equivalente al salario diario del trabajador promedio). Sin embargo, el propietario también en reiteradas ocasiones fue al mercado y encontró a otros para emplear. Estos fueron enviados a trabajar a las 9 de la mañana, mediodía, 3 PM, y hasta las 5 PM. Observe cómo los trabajadores fueron compensados: “Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario”. (Mateo 20: 8 -10).
A primera vista esto parece injusto. Suponiendo que sus ingresos se basaban en el mérito, los que trabajaron más tiempo deberían recibir más que los que comenzaron más tarde. Sin embargo, la parábola se desarrolla con el propósito de que los que trabajaron mas presenciaran el pago a los últimos que llegaron. “Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día”. (Mateo 20:11,12). Si las recompensas de Dios y la salvación se basaran en el mérito humano, estos trabajadores que comenzaron a las 6 AM tendrían razón, sin embargo, la respuesta del propietario aclara el principio aplicado: “Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?” (Mateo 20:13-15). Aquí vemos que los contratados a las 6 AM no tenían ninguna razón válida para quejarse; la igualdad de la recompensa simplemente demuestra la generosidad del empleador.
Los apóstoles habían indagado previamente acerca de sus recompensas (Mateo 19:27) y el Señor Jesús aprovechó la ocasión para enseñar más acerca de Su gracia. JW McGarvey resume la moraleja de la historia: “El objeto principal de la parábola es mostrar que el trabajo ya no necesariamente, como los apóstoles y los demás puedan pensar, otorgan el derecho a una mayor recompensa. Sin duda, habrá un grados de diferencia, pero ellas no forman parte del pacto general de la gracia en el cual se ofrece el gran regalo de la gracia para todos nosotros. (Ef. 2:8-9).” [1]
La queja de los primeros trabajadores contratados refleja una visión basada en los méritos para las recompensas. Esta expectativa no está equivocada bajo circunstancias normales, pero en ésta situación específica, y basada en ésta cultura en particular, las denuncias que se encuentran en esta parábola pasan por alto la generosidad del propietario. Sus recompensas van más allá de lo justo, ya que se basan en Su gracia. Aquí aprendemos que las recompensas en el Reino de Dios se aplican a la CALIDAD del ministerio, no sólo la CANTIDAD del mismo. La Palabra de Dios describe las cualidades del servicio para el cual Él nos llama:
Servimos porque somos salvos, no para ser salvos;
servimos por gratitud, no por mera obligación legal;
servimos por el poder del Espíritu Santo, no por nuestros propios esfuerzos;
servimos a través del amor, no por miedo;
servimos como amigos del Maestro, no como esclavos del patrón;
servimos con Su vida que mora en nosotros, no sólo por Su ejemplo.
FB Meyer destacó la generosidad de Dios para con nosotros: “Él da ‘de lo suyo’ a estos trabajadores que fueron fieles en esta oportunidad, no importa si las horas de trabajo fueran más o menos largas. “¡Lo Suyo!” (Mateo 20:15) ¡Su propio amor! ¡Su propia Alegría! ¡Su satisfacción completa!” [2]
El significado de esta parábola fue especialmente relevante en el contexto del primer siglo. El pueblo judío se había beneficiado de una relación de pacto con Dios por más de un milenio. (Ellos empezaron “al principio” – como los trabajadores empleados a las 6 AM). Este patrimonio haría difícil para ellos aceptar la forma en que funciona la gracia de Dios por la cual Él salvó a los gentiles y les dio los mismos privilegios en la iglesia de Cristo: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos (gentiles), habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz” (Ef. 2:13 -15; Cf. Juan 10:16).
Este principio de recompensas basado en la gracia también se aplica a la manera en que Dios salva a la gente libremente, cualquiera que sea su edad o grado de pecado. McGarvey comentó: “En la medida que el don de Dios no puede ser menos que la vida eterna [Rom 6:23], debe existir una diferencia en la relación entre el servicio que se hace en respuesta al regalo, ya que será otorgado al octogenario al igual que al niño, a Pablo que hizo buena la confesión de su fe a través de años de trabajo, y al ladrón moribundo que pasó a recibir su recompensa mientras que la voz de su confesión sonaba, por decirlo así, en los oídos de los que escuchaban.” [3]
Otra lección que tomamos de esta parábola es el evitar la envidia y la comparación. Los primeros trabajadores compararon su situación con los que comenzaron mas tarde y murmuraron. Por lo contrario, debemos estar agradecidos por el perdón de Dios por nuestros pecados, el don de la vida eterna, y la oportunidad de crecer en nuestra relación con El. El pueblo de Dios tiene una gran diversidad – diferentes dones espirituales, talentos personales, capacidades intelectuales, salud física, recursos financieros, situaciones familiares, y oportunidades de ministerio. Estas diferencias no deben ser una fuente de división o un motivo de envidia. Más bien, deberíamos ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” (Ef. 4:3). Por lo tanto hacemos bien en prestar atención al ejemplo de Pablo: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos”. (2 Cor 10:12).
Déjeme darle un ejemplo. ¿Recuerda cómo el Señor profetizó que Pedro sería martirizado por la causa del evangelio? (Juan 21:18). Pedro iba a glorificar a Dios en su muerte, su vocación era simplemente la de seguir a Cristo (v. 19). Pero la reacción de Pedro fue típica de la naturaleza humana: “Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús (Juan), el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”. (Juan 21:20-22).
En vista de la gracia de Dios, sirvamos gustosamente a nuestro Redentor como Sus compañeros de trabajo (1 Corintios 3:9). Con esta perspectiva podemos anticipar el tribunal de Cristo, cuando echaremos nuestras coronas delante del trono de Aquel que nos ha salvado y nos ha empleado en Su causa y por Su gracia. [4]
J.B.W.
19 de marzo 2001 Vol.4, # 11
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1 JW McGarvey, comentarios, en Online Bible por Ken Hamel www.online-bible.com (Mateo 20)
2 F. B. Meyer, Nuestro Andar Diario, p.243.
3 McGarvey, comentarios. (Mateo 20)
4 “los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Apocalipsis 4:10-11, Cf. 2 Corintios 5:10.
Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.