NOTAS DE GRACIA: Dejando a un Lado el Desvío del Legalismo (Segunda Parte)

B. El legalismo es un problema para el incrédulo.

Algo significativamente distintivo de la fe bíblica, es que la salvación no se basa en los intentos del hombre para llegar a Dios (religión), sino en lo que Dios ha hecho para alcanzar al hombre (redención). El legalismo es un obstáculo para los incrédulos cuando tratan de ganar la salvación de Dios por las obras de mérito, no importa cuán religiosas o sinceras sus intenciones puedan ser. Este fue el error de muchos judíos farisaicos en el primer siglo. Pablo escribió:

“¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado. Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. (Rom. 9:30-10:4).

La epístola a los Gálatas también demuestra que las buenas obras religiosas no pueden jugar ningún papel en la adquisición de la salvación y vida eterna. Leemos “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”. (Gálatas 2:16). Este fue un gran obstáculo para el mismo Pablo, ya que había sido un fariseo celoso antes de que el Cristo resucitado le salvó (Hechos 9:1-19).

Pablo testificó de su conversión que lo había liberado de un vano intento legalista para ganar su propia salvación de parte de Dios:

“Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,” (Fil. 3:3-10).

Este peligro de confiar en su propia justicia es muy real entre “cristianos” que asisten a la iglesia y suponen que un conocimiento intelectual sobre el cristianismo y la actividad en los servicios religiosos pueden componer sus relaciones con Dios. Al contrario, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9). Tenemos que llegar a Dios condenados por nuestros pecados, cambiando nuestras mentes acerca de nuestra condición, y creyendo en la persona y obra de Cristo.

En lugar de confiar en sus buenas obras, el pecador tiene que confiar plenamente en el sacrificio que Cristo hizo en la cruz para pagar el castigo por el pecado. La gracia de Dios en Cristo es la única manera de escapar del infierno, y recibir el don de la vida eterna. La resurrección de Jesús de entre los muertos es la base para la garantía del creyente de la vida eterna en El. “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”. (Hechos 17:30,31).

Si usted ha formado sus propias ideas acerca de Dios y ha dependido de su actividad religiosa, ahora es el momento de llegar a Dios de acuerda a Sus términos. Cuando usted recibe al Señor Jesús como su Salvador, milagro del nuevo nacimiento tiene lugar (Juan 3:3-16). Esta nueva vida da señales vitales evidentes, tales como el amor y la esperanza con el deseo de agradar al Señor por medio del bautismo de agua, la participación en su iglesia, y una responsabilidad para ayudar a cumplir su Gran Comisión (Hechos 2:38; Mat. 28:18 -20, 2 Ped. 1:10; 1 Juan 2:2).


Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.

Posted in