Quién Causó la Muerte de Cristo? (Primera Parte)

NOTAS DE GRACIA: ¿Quién Causó la Muerte de Cristo? (Primera Parte)

Una gran película, La Pasión de Cristo, que se presentó hace poco, captura vívidamente la flagelación y la crucifixión de Cristo. La película se ha debatido mucho en las noticias y algunos han expresado su preocupación por un posible antisemitismo. Tristemente, la historia del cristianismo se ha visto afectada por la pecaminosa persecución del pueblo judío.

El Dr. Arnold Fruchtenbaum, por ejemplo, recuerda un episodio trágico de su infancia en Polonia. Un niño de tres años de edad desapareció y los líderes religiosos acusaron a la comunidad judía del secuestro para llevar a cabo un sacrificio (asesinato) ritual: “Este rumor se extendió por toda Polonia y en la primera noche de la Pascua [1946] mientras nos sentábamos a comer, multitudes se formaron en las calles y alrededor de nuestras casas. En toda Polonia turbas violentas atacaron los asentamientos judíos, incluyendo al que yo vivía, y esa noche, muchos judíos fueron asesinados en el nombre de Jesucristo. Antes de matar a cualquier judío, se les escuchaba decir en polaco el estribillo común: ‘Has matado a Cristo y ahora te mataremos.’ Con estas palabras escuché por primera vez el nombre de Cristo pronunciado.” [1] Por lo tanto, una de las razones para el antisemitismo se deriva de la presunta culpa de los judíos por la muerte de Cristo.

Vamos a reflexionar sobre esta grave cuestión: ¿Quién causó la muerte de Cristo? Una búsqueda cuidadosa de Las Escrituras da una respuesta con nueve partes.

1. La causa física: los soldados romanos

Si empezamos con la causa más directa e inmediata de la crucifixión de Cristo, se puede identificar a los endurecidos soldados romanos. Estos soldados se burlaron de El, aprovechando la oportunidad para expresar su hostilidad hacia los judíos. “Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la compañía. Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.” (Marcos 15:16-20).

Después de la flagelación, le llevaron al Calvario. Allí clavaron sus benditas manos y pies a la cruz (Mateo 26:33-36; Juan 20:25). Cuando la oscuridad cubrió el cielo sobre Jerusalén como cilicio, aun el centurión romano reconoció la dignidad sobrenatural y el amor de este Rey de los judíos: “El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.” (Mateo 27:54). Sin embargo, los soldados romanos no fueron la única causa de la muerte de Cristo.

2. La causa legal ejecutiva: el gobernador romano, Pilato

Es irónico que la única memoria histórica de Pilatos implica la sangre derramada de los judíos bajo su gobierno (Lucas 13:1) y su condena de Jesús a la cruz. Pilato fue advertido; su esposa le envió un mensaje ominoso: “Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.” (Mateo 27:19). Los lectores de los Evangelios están familiarizados con su pronunciamiento: “ningún delito hallo en él.” Las conversaciones privadas con Cristo, a la espera del veredicto, son profundas (Juan 18:28-19:11). Pilato intentó apaciguar a la multitud al ofrecer liberar a Cristo según la tradición de la Pascua judía, pero todo fue en vano. Por último, se escuchó de la multitud: “Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone.” (Juan 19:12). Entonces Pilato tomó la decisión infame de valorar su carrera más que la justicia. A pesar de que ceremoniosamente se lavó las manos, no podía eximirse de su asesinato judicial. Sin embargo, Pilato no estaba solo como causa de la crucifixión de Cristo.

3. La causa jurídica pasiva: el rey Herodes Antipas

Cuando el gobernador Pilato buscaba una manera de evadir su responsabilidad judicial con respecto a Jesús, pensó en el rey Herodes: “Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.” (Lucas 23:6-8). (Este es el mismo Herodes que asesinó al heraldo de Cristo – Juan el Bautista, Marcos 6:20-25). Ya que Herodes no estaba interesado en la verdad, sino que simplemente quería ser entretenido por un milagro, Cristo no respondió ni reaccionó a las indagaciones del rey (Lucas 23:9). A estas alturas, Herodes trató de ridiculizar al verdadero Rey: “Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.” (Lucas 23:11). Herodes podría haber perdonado a Cristo, puesto que Jesús era de Nazaret – una ciudad bajo la jurisdicción de Herodes, pero Antipas abdicó su responsabilidad y se convirtió en un responsable pasivo de la muerte de Cristo. En lugar de encontrar la reconciliación con Dios, ese día Herodes forjo una amistad con el gobernador Pilato (Lucas 23:12). Sin embargo, Herodes no fue el único causante de la muerte de Cristo.

4. La principal causa legal: el Sanedrín

El consejo de gobierno judío, el Sanedrín, se componía de los líderes de los saduceos y de los fariseos de Israel. El sumo sacerdote, como función de su oficio, actuaba como presidente. El evangelio de Juan indica que el sumo sacerdote conspiró para arrestar a Cristo para que fuese traído desde el Jardín de Getsemaní. Aunque Anás había sido depuesto del cargo de sumo sacerdote por el gobernador romano, aún funcionaba con una autoridad similar. Era el suegro del sumo sacerdote del momento (Juan 18:14). Cuando uno de los alguaciles se opuso a una respuesta que Cristo dio en el juicio judío preliminar, Jesús recibió una bofetada en la cara, ilegalmente, de parte de este empleado del sumo sacerdote (Juan 18:22). -“Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.” (Juan 18:24).

A pesar de que era ilegal para el Sanedrín reunirse de noche, el considerar un caso de pena capital en la víspera de la Pascua, y decidir con antelación al juicio que Jesús moriría (Juan 11:53), se procedió con la segunda parte del proceso judío. [2] Falsos testigos fueron convocados pero sus testimonios no concordarían. Finalmente, Caifás declaró: “Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte. Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.” (Marcos 14:60-65). Ya que el Sanedrín no tenía derecho legal para ejecutar a nadie bajo el dominio de Roma, envió a Jesús a Pilato para cumplir su veredicto de pena capital. Más de 900 años antes, David proféticamente describió los detalles de la crucifixión del Mesías (Salmo 22:1-21).

Aquí vemos que los líderes judíos de aquella generación también tuvieron un papel fundamental en el arresto, el juicio, y la condena de Jesús. Es evidente que no todos los miembros votaron a favor de esta parodia de justicia. (Nicodemo y José de Arimetea se presentaron para demostrar su fe en Cristo, enterrándolo con dignidad, Juan 19:38-42).

La mayoría de la nación escuchó a Cristo con gozo y creyó sus milagros. Una multitud representativa celebró Su entrada triunfal en Jerusalén pocos días antes de este juicio secreto. La culpabilidad del Sanedrín de ninguna manera permite que alguien pueda culpar a los judíos (como raza) por la muerte de Cristo. Cristo y los apóstoles también fueron judíos, al igual que la mayoría de la iglesia en los primeros capítulos del libro de los Hechos. Los cristianos deben compartir el evangelio con los hijos de Abraham y honrar el patrimonio de este pueblo elegido que fue usado por Dios para escribir La Santa Biblia (2 Ped. 1:19-21). Al igual que Pablo, el deseo de nuestro corazón y nuestra oración es para la salvación de Israel (Romanos 10:1). Esperamos con interés el día en que este pueblo reconozca la importancia del sacrificio del Mesías (Zac. 12:10) y sea injertado de nuevo en el olivo de la redención (Romanos 11:17-32).


La segunda parte será enviada la próxima semana. El resto del artículo está disponible en http://www.GraceNotebook.com/who_caused.htm

[1] “Un Testimonio Personal”, p. 6. Por la gracia sorprendente de Dios, el Dr. Fruchtenbaum más tarde recibió a Jesús como su Mesías y Salvador personal. Se desempeña como autor y maestro con Ariel Ministries (www.Ariel. Org). Su testimonio está disponible en forma de folleto y casete.

[2] Nota en Juan 18:13, en referencia a la Mishná, de la Biblia de Estudio de Ginebra.


Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo

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