NOTAS DE GRACIA
El Evangelio Para El Creyente (Exposición de Romanos 5-8), Capítulo 3 Por Robert Jones
CAPÍTULO 3: Romanos 7: De la Ley a la Gracia [1]
Nuestro capítulo esta mañana será Romanos 7. Es un capítulo especialmente difícil. Como es bien sabido, ha sido objeto de debate público y contención permanente. Vamos a necesitar el corazón humilde de un niño para estudiarlo. Oremos para que el Señor nos libre de las mentes parcializadas y de prejuicios. Si estamos suficientemente seguros de que sabemos todo que se puede saber acerca de este capítulo, y solamente nuestra teoría puede ser la correcta, no vamos a obtener nada de este estudio. Lo que voy a decir es simplemente lo que ahora veo como el correcto sentido de este capítulo. No habrá ningún dogmatismo, no tengo sentido de finalidad en mi corazón, pero si tengo una mente abierta para recibir correcciones, si lo que se establece aquí no es según la mente de Dios, tal como El se expresa aquí en Su Palabra.
Primero mira la estructura del capítulo. Toma los tres primeros versos, que son impersonales. Luego, los versículos 4-6, donde tienes el pronombre personal en plural por primera vez. Desde el versículo 7 hasta el fin, tienes el pronombre en singular, “yo”. Eso podría ser para indicar las secciones del capítulo, si añadimos que la última sección se divide en dos. Los versos principales limitantes son 4, 7 y 14. En cada uno de ellos hay un nuevo comienzo. La primera sección (versículos 1 al 3) parece estar hablando de nuestra liberación de la “ley” por la muerte. La segunda sección (versos 4 al 6) muestra el efecto real de la ley sobre el corazón no regenerado. En la tercera, a partir del versículo 14 hasta el final del capítulo, el tema parece ser la doble naturaleza del creyente y el inevitable conflicto entre ellas. Parecería como si Pablo hubiera anunciado el tema en Rom. 6:14, donde dice: “…pues no estáis bajo la ley…”. ¿Cómo que no? La respuesta se encuentra en Rom. 7:1-3. ¿Por qué no estamos bajo la ley? La respuesta se da desde Rom. 7:4 hasta el final. En medio de ese largo pasaje hay una digresión (versículos 7 al 13) en la que Pablo reivindica la ley, haciendo una posible reflexión.
¿Por qué entonces no estamos “bajo la ley”? En primer lugar, debido a la incapacidad de la ley para producir santidad (versículos 4, 5, y 6). En segundo lugar (versículo 14 hasta el final, y en el capítulo 8), la razón por la que no estáis bajo la ley es porque el estado de “ninguna condenación” es una condición esencial de la vida espiritual y el crecimiento.
El argumento principal en este capítulo se deriva de la cuestión de si este pasaje de la autobiografía espiritual, describe al hombre regenerado, o al hombre no regenerado. Como un buen principio, debemos recordar que no es el hábito de Las Escrituras invertir ni tiempo ni espacio en las experiencias de los que no son regenerados. Es difícil ver cómo tal cosa pudiera ser útil, sobre todo una larga discusión como esta. Cualquiera que sea el punto de vista que uno tenga acerca del significado de este capítulo, no puedo sino sentir que la culminación de la discusión se encuentra en el primer versículo del capítulo 8, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”, y es lamentable que estas palabras se han separado del capítulo 7. Parece que se hace un argumento para llegar a la conclusión expresada en este versículo, que hay ahora, incluso en la actualidad, a pesar del conflicto que continúa, a pesar de la dualidad en nuestro ser, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en CRISTO JESUS”. Se necesita una vigilancia constante por parte del creyente regenerado, porque existen esfuerzos incontenibles, del pecado que mora en nosotros, de expresarse; pero a pesar de todo esto, el “nuevo hombre” existe. Parece como si la condena era inevitable, pero Pablo habla de todas las facetas del tema con el fin de llegar a la importancia de la verdad, para establecer de manera explícita, por última, y enfáticamente, una vez por todas – “”Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”.
“En Jesucristo”
Las personas de las que se habla en este pasaje son aquellas se están “EN CRISTO JESÚS”. Si estas son las que se consideran en la conclusión del argumento, entonces pienso que deben ser los sujetos del tema en sí. Me parece que el propósito de Pablo, por lo tanto, era mostrar que a pesar de la dualidad de la naturaleza y vida del creyente, este no es robado del favor gratuito y de la paz en Cristo. En cualquier caso, el capítulo 7 continúa el tema general del capítulo 6, es decir, la muerte del creyente con Cristo. Ese es el tema central, pero el capítulo 7 ofrece una nueva aplicación de dicho tema. La muerte de Cristo en Romanos 6 es la muerte al pecado, pero la muerte con Cristo en Romanos 7 es la muerte a la ley. Es la misma muerte. Morir con Cristo significa morir al pecado y a la ley. Al final del capítulo 6 se encuentra una nota importante acerca del “fruto”: “¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?” “…tenéis por vuestro fruto la santificación…”
Dios busca frutos de santidad, y el producir esos frutos es uno de los fines de nuestra unión con Cristo en Su muerte y en Su vida. Cuando se llega al capítulo 7, es evidente que el pensamiento de “llevar frutos” está en la mente de Pablo. Él habla del fracaso de la ley para la producción de frutos en la vida humana, y dado que la ley no lo ha logrado, surge la necesidad de morir a la ley, y unirnos a Otro, por medio de quien este fruto se puede producir. Esa es una razón por la cual tenemos que salir de debajo de la ley – su fracaso, su incapacidad, su debilidad debido a la carne para satisfacer sus propias necesidades, es decir, para producir “frutos de santidad”. Los versículos 1 al 3 ilustran el hecho obvio de que el dominio de la ley termina en la muerte de sus súbditos. La muerte cancela todas las cuentas, disuelve todos los lazos y obligaciones. No nos detendremos a ver la ilustración, sino que preguntamos, en el versículo 4, ¿Por qué debemos morir a la ley? ¿Hay algo malo con la ley? ¡Nada! Sin embargo, no logró producir la santidad en sus súbditos. La intención de la Ley no fue nunca producir santidad. Dios sabía que la Ley no podía producir santidad cuando la envió. Si quieres saber por qué se envió la Ley, y a quien, debes leer 1 Tim. 1:8-10. Fue enviada, no para hacer hombres buenos de hombres malos, sino para controlar su malicia.
¿Qué significa “en la carne”? En el versículo 5 se haya una declaración sorprendente – no sólo era la ley impotente para producir santidad, sino que puso en marcha el principio del pecado. La ley no crea el pecado, pero sí le da energía. Ese es el innegable efecto de la restricción externa de cualquier tipo sobre una naturaleza pecaminosa. En este verso hay una referencia a un período específico: “…mientras estábamos en la carne…”. Fue entonces cuando la ley entró, y le dio nueva energía al pecado latente dentro de nosotros. ¿A qué tiempo se refiere? Esta oración tiene un inmenso significado. Si podemos entender esto, entenderemos más. Rom. 8:9 dice, “…Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu…”. ¿Qué causa esta diferencia? Esto – el Espíritu que mora en nosotros reside justo donde estamos. Si Él mora en nosotros, entonces estamos “en el Espíritu”. Si Él no está en nosotros, entonces estamos “en la carne” – no tenemos la unión con Cristo. Esto está claro. Pero, ¿en cual creyente mora el Espíritu de Cristo? El Nuevo Testamento enseña que el Espíritu Santo mora en todos los creyentes — “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gal. 4:6). Ninguna persona es un hijo de Dios sin que el Espíritu de Dios habite en él. Si el Espíritu de Dios mora en una persona, en virtud de eso, esa persona es un hijo de Dios.
Caminando “Según la Carne” Así que ningún hijo de Dios puede decir que está “en la carne”. Tal expresión es totalmente incompatible con Las Escrituras. Sin embargo, es posible que un creyente, que no está “en la carne”, camine “según la carne”, que es algo muy diferente. Esta distinción es importante. En el versículo 5 Pablo se refiere a la situación de los no regenerados, cuando dice, “…mientras estábamos en la carne…”, pero en el versículo 6 tenemos una declaración diferente – “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” No hablo dogmáticamente, pero me parece que él se refiere no a lo que se enseña en Romanos 6: 2-4.”…los que hemos muerto…” – muertos al pecado, el pecado que nos aprisiona – …somos “…libres de la ley…”. No se puede ser libre de la ley sin ser libre del pecado. Lo primero es la consecuencia de lo último. “…de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.”. No se trata, como en el capítulo 6, de una “vida nueva “, pero “la novedad del servicio”. Lo primero viene por haber muerto al pecado, lo último por la muerte a la ley. El fruto de santidad depende del servicio a Dios. La ley despertó el pecado, no la santidad, pero no debemos concluir que no sirvió un propósito necesario. Ciertamente dejó desnuda para siempre la pecaminosidad del pecado. “…sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que … el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.” El pecado es estigmatizado como un enemigo maligno de Dios, y un rival implacable de lo que es santo, justo y bueno. ¡Qué cosa tan terrible debe ser el pecado, que me podía matar a través del conocimiento de lo que es bueno! Esto es, sin lugar a dudas, la parte más difícil del capítulo 7. La segunda parte comienza con el versículo 14. Se introduce por la primera declaración, que “la ley es espiritual”, en segundo lugar que, “yo soy carnal”. Hemos estudiado el “yo” del versículo 7, pero en los versículos que comienzan con el verso 14, el “yo” tiene un contenido diferente. En los versículos del 7 al 14, el “yo” significa la totalidad de la persona de Pablo en su estado no regenerado. Pero en el pasaje que comienza con el versículo 14, el “yo” se usa con tres significados diferentes y distintos. Eso es una indicación de que hemos llegado al estado de la regeneración. Sólo existe un “yo” en la persona no regenerada, pero en el estado del que ha sido regenerado, existen tres aspectos del “yo”. En primer lugar, “yo” se utiliza como en la sección anterior, en referencia a la totalidad de lo que Pablo es. En segundo lugar, se utiliza para la nueva personalidad de Pablo, el “nuevo hombre” en Cristo, a diferencia de la naturaleza corrupta del pecado que aún se aferra a una parte de la persona de Pablo. A continuación, el tercer “yo” describe sólo la naturaleza corrupta que es diferente y distinta del Pablo conocido como el “nuevo hombre” en Cristo, es decir: (1) “yo” como la totalidad de lo que Pablo es, (2) El “nuevo hombre” en Cristo, (3) La “carne”, que todavía se aferra a Pablo, el “nuevo hombre”.
Ya no estamos “en la carne”
Pablo, el “nuevo hombre”, ya no está “en la carne”, pero la “carne” todavía está con Pablo. El “yo” del versículo 14 – “…mas yo soy carnal, vendido al pecado.” – es sólo aquella carne, los restos del “viejo hombre”; no se refiere en absoluto a sí mismo como al Pablo “en Cristo”. El contraste en este versículo es entre la ley y la vieja naturaleza. La ley es espiritual; la vieja naturaleza, la carne, el viejo “yo”, es carnal, vendido al pecado. Es cierto que el hombre regenerado a veces puede ser “carnal”. Podemos leer en 1 Cor. 3, donde Pablo dice: “Vosotros sois carnales”. Eran regenerados, pero “carnales”. Sin embargo, el carnal de 1 Cor. 3 es muy diferente al carnal que vemos aquí. En el primer caso la referencia es a la naturaleza, la calidad. “Yo soy carnal” no se refiere a sí mismo como el “nuevo hombre”, pero a la carne, la parte antigua de lo que todavía se aferra a él. En el capítulo 6:18 dice, “…libertados del pecado…” – no hay carnalidad en el “nuevo hombre” – y en el capítulo 8:2, dice: “… Liberado de la ley del pecado y de la muerte.”
Pablo hace una declaración en el versículo 14 con respecto a su condición presente, no su condición del pasado. “La ley es espiritual, pero yo soy – no ‘he sido’ – yo soy carnal.” Así es como él describe la parte de él que es “carne”, en su naturaleza la dedicada esclava del pecado, que se vende como en un mercado de esclavos, una verdadera criatura del pecado. ¡Esa es la carne! La ley es espiritual, mas yo soy carnal. Son totalmente opuestos. La carne es enemistad contra Dios, pero la ley es espiritual. Ese es el lenguaje, no de un hombre impío, ni de un cristiano carnal, es el lenguaje de un cristiano espiritual que se refiere, por supuesto, no al “nuevo hombre” en Cristo, sino a la carne, la otra naturaleza que todavía existe. El conflicto en el creyente es entre lo que ya ha sido redimido, y lo que sigue siendo irredento, y que es, de hecho, irredimible – la carne.
Cuando somos regenerados por el Espíritu Santo, el cambio obrado por El trabaja en el corazón, la voluntad y el espíritu, pero no causa ningún tipo de cambio en la carne. La carne sigue siendo la misma. El versículo 15 muestra que hay un conflicto perpetuo “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” Hay seis usos del pronombre “yo” en este versículo – en realidad tres, con tres repeticiones. “Porque lo que hago (yo, la carne), no lo entiendo (yo, el “nuevo hombre”) pues no hago (yo, el “nuevo hombre”) lo que quiero (yo, Pablo, la persona integral), sino lo que aborrezco (yo, el “nuevo hombre”), eso hago (yo, la carne).” No se puede dar el mismo contenido de significado al pronombre cada vez que se utiliza, es imposible. Evidentemente existe una dualidad en el creyente redimido. Es una imagen de la triste desunión en el ser de un creyente, mientras espera, gimiendo a veces, pero siempre gozoso, por la redención de su cuerpo, cuando esa dualidad habrá de cesar.
Nuevamente en el versículo 15: “Porque lo que hago, no lo entiendo” – “no lo sé”, probablemente, “no lo sanciono, no lo apruebo, no lo reconozco, no es mío”. Yo, el nuevo hombre, no lo reconozco en lo absoluto, no es mío, porque es contrario a mi propósito y mi elección. Ese es el punto esencial de toda la cosa. Pablo no se está lamentando de que se encuentra en un estado desesperado, y de que su vida es inútil. Él está camino a Romanos capítulo 8. “Yo”, dice mientras señala su dualidad, lo que resulta, por supuesto, en una desventaja muy triste, pero con ese objetivo siempre a la vista. La carne está allí, dificultando las cosas seriamente, pero no lleva las de ganar, porque no reconozco lo que la carne hace como mi propio acto, cuando mi elección es en contra de ella. Por favor, no creas que Pablo esté hablando de vicios y crímenes que su “carne” estaba haciendo – en lo más mínimo. Era un hombre de ideales sublimes, pero “Lo que la carne es, e involuntariamente hace, no lo entiendo”. El nuevo hombre no lo ve como algo suyo. Cuando venimos al Señor para salvación, los pecados que confesamos son nuestros, pero cuando hemos llegado a Cristo, y MUERTO AL PECADO CON EL, y seguimos el camino de la santidad, y cuando el ” nuevo hombre” no se relaciona en manera alguna con la carne, y se convierte en aliado de ella – entonces la “carne” puede actuar involuntariamente, cuando se convierte en una cuestión de negarla de forma activa. Es absolutamente esencial. Entre el “nuevo hombre” y la “carne” existe la separación de la Cruz de Cristo. Dios ha creado al nuevo hombre libre. La “carne” es la “carne” y “yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien;”. [Estos funcionamientos “involuntarios” de la “carne” son más claramente reconocidos por el “nuevo hombre”, a la medida en que él está “…revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,” (Col. 3, 10). Él no puede “rechazar” lo que no discierne, pero a medida que camina en la luz (Efesios 5: 13) de Dios, él es responsable de “mortificar” las “obras de la carne” (Rom. 8:13) por el Espíritu, de forma continua. (Véase también Gal. 5:16-26).]
“No es más ‘yo'”
El versículo 17 es una inferencia audaz. ¡Que el Señor nos dé coraje para hacerlo! Ya que ese es el caso, “Y si lo que no quiero, esto hago … De manera que ya no soy yo quien hace aquello”, léelo en toda su simplicidad, “…sino el pecado que mora en mí.” ¡No es más “Yo”! ¿Estás seguro, Pablo, que es “el pecado que mora…” en ti? No hay hombre alguno bajo el cielo, de quien esa afirmación no es cierta. Pablo distingue claramente entre él, el “nuevo hombre”, y el pecado que mora en nosotros. Su voluntad está en contra de cualquiera de las acciones involuntarias de la “carne”. Él no es el “hacedor” por su propia elección deliberada.
Juan dice expresamente que el que es nacido de Dios no puede pecar. No sé si existe un lugar para ese versículo en tu doctrina o no, pero es lo que dicen Las Escrituras. Mientras encuentras lugar para eso en tu doctrina, debes encontrarlo para esto también, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” (1 Juan 1:8). ¡Cuando un conflicto de teorías surge, parte del hecho de que una escuela de pensamiento deja fuera un versículo, y la otra escuela deja fuera otro! Para llegar a tener una doctrina bíblica, debemos encontrar lugar para todos los versículos que tienen algo que decir sobre el asunto. El “nuevo hombre” no puede hacer otra cosa que deleitarse en la ley de Dios – si pudiera, necesitaría la salvación, y yo no sé de ninguna salvación para el “nuevo hombre” en Cristo.
Pablo dice: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;” pero existe otro aspecto – “Veo otra ley en mis miembros … la ley del pecado que está en mis miembros.”. Aquí hay dos inclinaciones, la inclinación del hombre interior y la inclinación del pecado, es decir, la inclinación del cuerpo, o el pecado en los miembros. El pecado está en todas partes en el cuerpo – en sus miembros, en sus facultades, en sus órganos; el pecado penetra todo el mecanismo de su ser.
En todas partes, el pecado está dispuesto a despertar los apetitos y deseos ilegítimos. Para mi es bien claro que Pablo no esperaba la liberación de esta dualidad y el conflicto hasta que ser vestido con un nuevo cuerpo. Todos los problemas, aclara, se centran en el cuerpo del pecado [Esto se desprende de la palabra griega “kartargeo”, traducida como “destruido” en Rom. 6:6. El Léxico dice que significa “Dejarlo sin empleo, sin fruto (estéril), vacío, e inútil”, es decir, las “obras de la carne” no funcionan a partir del reconocimiento del hecho de que “…nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él…”. Compara esto con los versículos 11 y 12, “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal,…” (Conybeare)]; El cuerpo de muerte, porque es un cuerpo de pecado; y el pecado envuelve al cuerpo en la muerte.
No olvides que Pablo también se regocijaba en la esperanza. No tengas miedo de estas paradojas, porque de las mismas se obtiene toda la verdad. Pablo se encontraba firmemente parado en la gracia y en el gozo en la esperanza de la gloria de Dios y, sin embargo, gimiendo en sí mismo, y en espera de ser revestido con su “casa no hecha de manos”. Tenía una voluntad, un corazón y una mente redimida, en cierta medida, pero también quería un cuerpo redimido. ¿Lo deseas tú también? Era una esperanza de la consumación tan exaltada que mientras pensaba en ella, exhaló un sentido ¡Aleluya! “¡Doy gracias a Dios por Jesucristo nuestro Señor!”
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[1] Estos cuatro capítulos componen la primera parte de un panfleto titulado “El Evangelio Para Los Creyentes”, por Robert Jones. Esta excelente exposición de los capítulos 5 al 8 del libro de Romanos no se encuentra publicada de acuerdo a nuestros archivos y recursos disponibles. Estos capítulos han sido tomados de una trascripción de lo presentado en una conferencia (Llamada “una reunión” en el cuerpo de este artículo).
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Derechos de Autor de NOTAS DE GRACIA de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.