El Nacimiento Virginal (Tercera Parte)

NOTAS DE GRACIA

Hemos visto las cualidades históricas y sobrenaturales de la Natividad. Ahora vamos a considerar su importancia para la salvación del cristiano y la vida abundante.

3. El nacimiento virginal de Cristo tiene implicaciones doctrinales.

Hay muchas implicaciones teológicas y doctrinales de la concepción y nacimiento de Cristo.

a. El nacimiento virginal confirma la naturaleza de Cristo como totalmente divino y totalmente humano.

El Evangelio de Juan comienza con una declaración profunda de la divinidad de Cristo y Su nacimiento humano: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”… “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:1-3, 14) [1].

La “encarnación” de Cristo designa la forma como el Hijo eterno de Dios se vistió de la naturaleza humana. El apóstol Pablo afirmó: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;” “(Fil. 2:5-7).

El nacimiento humano de Jesús a través de la virgen María no invalidó Su deidad. Él vino como Emanuel – “Dios con nosotros”. Sin embargo, Cristo dejó a un lado temporalmente el uso directo de sus atributos divinos con el fin de lograr la justicia humana perfecta. Esto nos lleva a la otra verdad doctrinal acerca del nacimiento virginal.

b. El nacimiento virginal ratifica el papel de Cristo como el segundo Adán.

Este es uno de los títulos menos conocidos de Cristo. Él vino para cumplir lo que nuestro primer padre había perdido. Como jefe federal de su pueblo, Adán prefigura la venida del Redentor “No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.” (Rom. 5:14). Si Cristo hubiera nacido de una forma normal, habría estado necesariamente en la línea de Adán, heredando su culpa, la muerte espiritual, y la depravación. Este es el triste caso de todos nosotros (el resto de la humanidad): “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12). Debido a que nacimos naturalmente “en Adán,” necesitamos un segundo nacimiento sobrenatural; espiritual. Cristo dió esta enseñanza al líder judío, Nicodemo, “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3:3).

Afortunadamente, la concepción de Cristo por el Espíritu Santo echó a un lado el fracaso de Adán. Cristo era inocente, así como lo era el primer Adán cuando Dios originalmente le dió vida en los albores de la historia humana (Cf. Génesis 1:26, 27, 31; 2:7). A diferencia de Adán, Cristo guardó las condiciones del pacto, viviendo una vida perfectamente justa. [2] Este logro lo calificaba para ser nuestro sacrificio sustitutivo perfecto: “Al que no conoció pecado [Cristo], por nosotros lo [Dios] hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Cor. 5:21).

En su libro, El Misterio de la Piedad, Ian Thomas señala el papel indispensable del nacimiento virginal: “¡Niega el nacimiento virginal de Jesucristo, y has puesto el hacha a todas las doctrinas esenciales de la Biblia, la caída y la depravación del hombre, la deidad y la impecabilidad de Cristo, la eficacia expiatoria de su muerte y resurrección, la necesidad de la regeneración espiritual, como base de la santidad de la vida, y la verdad de la Biblia misma!”

Thomas también contrasta el ministerio de Cristo como el segundo Adán con nuestra situación: “Como descendientes del primer Adán, nacimos deshabitados por Dios – los herederos de Su ausencia – y habitado solo por el pecado. El Señor Jesús, milagrosamente concebido por el Espíritu Santo Espíritu en el seno de María, nació deshabitado por el pecado y totalmente habitado por Dios. El fue el Ultimo Adán – el segundo hombre…” [3]

El apóstol Pablo en varias ocasiones contrastó las consecuencias del fracaso de Adán y la victoria del último Adán: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1Cor. 15:21, 22) [4].

Cuando no éramos salvos, teníamos una historia espiritual que recorría todo el camino de regreso al Edén. Estábamos en Adán cuando él pecó, y habíamos muerto en él (Rom. 5:12). Heredamos la separación de Dios y la naturaleza depravada de Adán (Efesios 2:1-3). Pero esta “mala noticia” es lo opuesto a las “buenas noticias” de lo que realmente significa estar en Cristo.

Si Cristo está en ti y tu estás en El, ya no estás “en Adán”. “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;” (1 Cor. 1:30). ¡Qué diferencia! “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Cor. 5:17). [5] ¡Puesto que ahora eres uno con Cristo espiritualmente, Él es tu vida! (1 Cor. 6:17; Juan 15:1-8; Col. 3:4). En Cristo tienes una nueva naturaleza, una nueva identidad, una nueva libertad, y un nuevo potencial. ¡No sólo tienes un nuevo futuro, tienes un nuevo PASADO! ¡Qué regalo de Navidad!

No sólo Jesús murió por ti, tu moriste con Él (Rom. 6:6; Gal. 2:20). Por lo tanto, ¡Di adiós al viejo “tu”! El nuevo tu ha resucitado con Cristo, e incluso ascendió con El. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:4-7). Esto significa que compartes Su poder y autoridad para colaborar con Él en una vida recta y en el servicio real.

Conclusión

Amigo, ¿Estás “en Adán”, o “en Cristo”? No se trata de religión, denominaciones, o buenas obras. Más bien, tener una vida espiritual aquí y ahora y la vida eterna en el futuro se reduce a esta verdad: “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (1 Juan 5:11,12).

La historia de la natividad no termina con los sucesos famosos de hace dos mil años, Cristo ha venido a rescatarte. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). Los magos viajaron cientos de kilómetros para encontrar al Rey recién nacido y adorarle. Este Rey Salvador viajó desde el cielo a la tierra para reconciliarnos con Dios. Este Rey pide que lo recibas como tu Salvador por la fe.

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Parte 3 (de 3). Los primeros dos artículos están en línea en GraceNotebook.com

[1] La Sociedad Watchtower niega esta enseñanza. Ellos traducen en la Traducción Del Nuevo Mundo… “y la palabra era un dios.” El griego dice literalmente: “Dios (caso nominativo, sujeto de la oración) era la palabra.” Para más información, véase http://www.equip.org/free/CP0402.htm

[2] Aunque el término “pacto” no aparece en Génesis 1-3, los componentes del acuerdo, condiciones, advertencias y bendiciones están incluidas. Oseas 6:7 parece confirmarlo “Mas ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí”. Cristo vino a establecer el Nuevo Pacto.

[3] Comandante Ian Thomas, El Misterio de la Piedad (Zondervan, 1964) p. 99. La impecabilidad de Cristo y Su obra expiatoria terminada una vez y para siempre es un tema importante del libro de Hebreos (2:9-11; 4:14-16; 7:26-27; 9:24-27; 10:10-14,18; 12:24; 13:12,13).

En el caso de alguien que pregunte si Jesús simplemente parecía ser humano, Las Escrituras confirman una vez más, “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” (Hebreos 2:14-15).

[4] La epístola a los Romanos es una exposición más extensa de este contraste: “Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” (Romanos 5:15-17; Cf. 1 Cor 15:45-49).

[5] Aunque tu cuerpo mortal no es “nuevo” y tu alma (mente, voluntad y emociones) está en el proceso de renovación, tu espíritu se ha convertido en un participante de la naturaleza divina (2 Ped. 1:4). ¡Del mismo modo que estabas en aprietos cuando Adán era tu fuente, ahora estas abundantemente bendecido al ser representado por Cristo! Estudia el tratado del Dr. Charles Solomon, Guía Para la Libertad a Través de la Cruz y su poema, ¿Podrías Utilizar un Nuevo Pasado? http://www.gracenotebook.com/wheel_line.htm

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Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.

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  • And He said to me, “My grace is sufficient for you, for My strength is made perfect in weakness.” (2 Corinthians 12:9)
  • “I have been crucified with Christ; it is no longer I who live, but Christ lives in me; and the life which I now live in the flesh I live by faith in the Son of God, who loved me and gave Himself for me.” (Galatians 2:20)

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