NOTAS DE GRACIA: ¿Quién es Suficiente?
Hace un par de noches, mi esposa Linda y yo estábamos en nuestra sala de estar cuando oímos una explosión “¡Nuestro vecindario entero quedó a oscuras por falta de electricidad! Encendimos unas velas. Un rato después, la compañía de electricidad solucionó el problema y regresó la luz. Cuando perdemos “la fuerza” nos acordamos de lo importante que es “la fuerza.”
La vida del apóstol Pablo y su ministerio fueron testimonio del poder de Dios. En Gálatas 1:15,16 Pablo escribió sobre el llamado de Dios: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre,”
Debes mantener en cuenta que la salvación implica algo más que no ir al infierno e ir al cielo. Dios tiene la intención de revelar a Su Hijo en y a través del creyente (Rom. 8:29). Este proceso de santificación no debe limitarse al desarrollo personal. Dios nos ha encargado que hagamos discípulos. Pablo aceptó ese mandato, “… para que yo le predicase (a Cristo) entre los gentiles” (v. 16b). Debemos crecer constantemente hacia la madurez espiritual, utilizando nuestros dones y las oportunidades para difundir el evangelio de una forma fiel. Cuando nos aferramos a esta alta vocación, ¿cómo podemos dejar de suspirar, ” Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Cor. 2:16b).
Las Escritura también dan testimonio de que los apóstoles fueron energizados para cumplir la voluntad de Dios: “(pues el que actuó en Pedro [el Espiritu Santo] para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles)” (Gálatas 2:8). Pablo y Pedro contaban con un ministerio tremendamente fructífero porque fueron vasos limpios y dedicados a Dios. Estaban adecuadamente facultados para Su propósito soberano.
¿Cómo podemos cumplir con el plan de Dios para nuestras vidas? Tenemos que aprender una y otra vez que la fuerza de Dios se perfecciona en nuestras debilidades. Selwyn Hughes, de la Cruzada Mundial de Avivamiento, se hizo eco de esta lección vital: “Es notable que a lo largo de los siglos los más fructíferos siervos de Dios han dejado claro que sus éxitos no se debían a sus propios esfuerzos, sino a la gracia que Dios les impartía. He visto a los cristianos sufrir daños a sus vidas espirituales como consecuencia de tratar de vivir una vida cristiana por sus propias fuerzas. Vivimos peligrosamente cuando tratamos de hacer la obra de Cristo solo mediante la energía natural. En una ocasión asistí a una cena ofrecida en honor a cierto obispo. Durante los discursos después de la cena escuché a un laico cometer un terrible error cuando declaró: “Señor obispo, los dos estamos haciendo la obra de Dios, usted a su manera, y yo a la mía.” Pregúntate a ti mismo en este mismo momento: ¿Estoy haciendo la obra de Dios a mi manera o en la Suya? ‘Un Cristo que no está en nosotros, impartiéndonos Su gracia,’ dijo el gran predicador William Law, ‘es lo mismo que un Cristo que no es nuestro”… ¿Es por eso que muchos de nosotros no llegamos a tener una relación tan profunda con Dios como debíamos? Hemos recibido a Cristo, pero no permitimos que El se difunda a través de todas nuestras facultades, para animarnos con Su vida y Espíritu.” [1]
¿Estas frustrado por la “falta de poder”? Reconociendo tu incapacidad es un gran paso para ponerte en contando con la fortaleza de Dios en y a través de ti.
Padre nuestro, nos sumamos a las filas de nuestros hermanos y hermanas que han confesado su falta de poder espiritual. Enséñanos a reclamar Tu verdad y confiar en Tus promesas. Decidimos permanecer en Cristo para que Tu Espíritu sobrenatural pueda dar Sus frutos en nuestras vidas. En el nombre poderoso de Cristo, Amén.
[1] Selwyn Hughes, E.D.W.J., 1/14/95. Cruzada Mundial de Avivamiento.
Segunda edición de este artículo.
Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo