Un Patrón de Oraciones Fructíferas

“Llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” (Fil.

1:11).

Una de las alegrías del verano es la fruta fresca. El recuerdo me trae a la mente muchos ejemplos. Cuando vivíamos en el “cinturón de las frutas” al sur de Ontario, esperábamos los productos frescos que invitaban a los conductores desde los pequeños puestos de ventas temporales que aparecían junto al camino. Cuando viajé a Indonesia, probé el mango por primera vez. ¡De esa fruta se puede hacer un jugo delicioso! Cuando yo vivía en el estado de Georgia, los melocotones se consideraban la fruta mas codiciada. Me gradué del Instituto “Peachtree” (árbol de melocotón) y el lema de Georgia es “El Estado del Melocotón”. Bueno, todo esto suena “color de rosa”, pero puede que prefieras las manzanas, plátanos, ciruelas, uvas… etc.

No es de extrañar que las Santas Escrituras comparen las virtudes divinas a las frutas. Así como una naranja fresca puede traer placer y frescor, las virtudes de Cristo en nuestras vidas nos traen bendiciones a nosotros y a aquellos con quienes nos relacionamos. El texto clásico sobre este tema es Gálatas 5:22,23. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;” Note que estas cosas no son llamadas “obras”. Una máquina puede producir obras, sólo una planta viva puede dar frutos. Aun así, sólo la vida de Dios en el creyente puede producir buenos frutos.

En la oración citada en Filipenses 1:11, el apóstol oró por los cristianos para que fuesen “llenos de frutos de justicia…” En lugar de ser un poco mejor que lo que la ética de la sociedad demanda, los discípulos iban a estar LLENOS de las cualidades correctas. La evidencia de estas virtudes es la justicia que corresponden al carácter inmutable de Dios y Su moral absoluta. Fuimos redimidos para demostrar un estilo de vida agradable y correcta (1 Pet.2: 24). La conducta correcta es una evidencia que confirma que nuestra fe es real (1 Juan 2:29; 3:10).

Pero, ¿cómo crece este fruto de justicia en nuestro carácter y conducta diaria? El texto declara que los frutos de justicia son “por Jesucristo.” ¿Cómo puede Jesús producir esta bondad en nosotros? Si estamos en él, legalmente, y Él está en nosotros, espiritualmente, entonces Él realmente nos da energía por el Espíritu Santo para “llevar” este fruto (1 Cor. 1:29, 2 Cor. 5:17). “a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es CRISTO EN VOSOTROS, la esperanza de gloria,” (Col. 1:27, énfasis añadido). Esta “gloria” no es sólo para el cielo en el futuro, sino que magnifica a Dios en nuestras vidas diarias. Los frutos deben ser “para gloria y alabanza de Dios” (Fil. 1:11b.)

Esto nos recuerda a Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Si las virtudes y las buenas obras fuesen el resultado del esfuerzo propio, nosotros mismos recibiríamos el crédito. Ya que la bondad es producto de la gracia de Dios a través de nosotros, Él recibe el crédito. En el pasaje sobre la vid y los pámpanos, Cristo nos enseñó: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” (Juan 15:8).

Aunque es Cristo el que en nosotros produce el fruto, eso no significa que vamos a ser pasivos. El que cultiva la granja está activo y nosotros vamos a cooperar. “Por tanto, amados míos, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,” [Esta salvación por la gracia es una realidad en el espíritu del creyente, pero es necesario que se manifieste a través del alma por el desarrollo del carácter y las buenas obras], porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Fil. 2:12,13).

Un método que ha demostrado su utilidad para mantenernos concentrados en la fuente de donde manan los frutos es un breve patrón de oraciones espontáneas. Recuerdo el testimonio del Dr. Stephen Olford acerca de este método de oración espontánea que hace una pausa y mira al Señor por cada una de las virtudes que sean necesarias en el momento necesario. Amy Carmichael también encontró que este enfoque es útil. Recordó, “el Dr. FB Meyer, una vez me dijo que cuando era joven, era muy irritable, y un anciano le dijo que había encontrado alivio para este mismo asunto levantando los ojos cuando veía venir el problema, diciendo: ‘ Tu dulzura, Señor.’ Al decir esto, ese anciano fue de gran ayuda para el Dr. Meyer, y este se lo contó a decenas de miles. Yo lo paso a usted, porque he encontrado una forma rápida y segura de escape. Tome lo contrario a su tentación y examínese internamente, dando nombres a lo que es contrario: Mentira – Tu Verdad, Señor. Crueldad – Tu bondad, Señor. Impaciencia – Tu paciencia, Señor. Egoísmo – Tu altruismo, Señor. Aspereza – Tu ternura, Señor. Falta de cortesía – Tu cortesía, Señor. Resentimiento, las quejas- Tu dulce calma, Señor, Tu tranquilidad.”

Amy llego a apoyar este método desde su propia experiencia: “Creo que nadie que trate este simple plan jamás renunciará a él. (Se da por descontado, por supuesto, que todo ha sido “rendido al Señor” – el “yo” ha sido destronado.) ¿No deben todos para quienes esto es algo nuevo probarlo por un día, una semana, un mes, y comprobar su eficacia? “[1]

¿A qué retos te enfrentas en estos momentos? ¿Cuál es el fruto que más necesitas ahora? Enfoca tu atención nuevamente en el origen del fruto de la justicia. De la misma forma en la que Pablo oró por un crecimiento en los frutos de la iglesia de los filipenses, haz este el deseo de tu corazón y el patrón de tu oración. Dios será fiel para responder en la medida en la que permanecemos en Cristo.


[1] Amy Carmichael, “Los Bordes de Su Forma de Ser”. Fort Washington, PA: La Cruzada de Literatura Cristiana, 1955, julio 13/p.100.


Derechos de Autor de John B. Woodward, 2010. Se concede permiso para reimprimir (con crédito) para uso no comercial. Citas de la Biblia fueron tomadas de la versión RVR 1960 © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. Traducción de J A Toranzo.

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